Cada 1º de mayo, a nivel internacional se conmemora el Día del Trabajo, una jornada para recordar la lucha y el compromiso con la justicia laboral. Para quienes integramos el gremio de los académicos universitarios, esta fecha nos interpela de manera particular: no sólo como trabajadores, sino como formadores de conciencia crítica, defensores de la educación pública y partícipes activos en la construcción de una sociedad más justa.
Recordamos en esta fecha a los mártires de Chicago, aquellos obreros que en 1886 entregaron su vida por la jornada laboral de ocho horas. Su sacrificio simboliza el origen de una larga historia de conquistas laborales, muchas de ellas logradas con sangre, sudor y organización. Sin embargo, sería un error pensar que esas luchas pertenecen al pasado. Hoy, en pleno siglo XXI, nos enfrentamos a nuevas formas de precarización, de flexibilización disfrazada de modernización, y de discursos que intentan restarle valor al trabajo docente e intelectual.
En las universidades públicas, los maestros hemos sostenido con esfuerzo y vocación espacios de formación, investigación y extensión, muchas veces sin las condiciones laborales ni salariales mínimas para ello. La pandemia nos dejó aún más claro que el compromiso docente va más allá del aula: adaptamos contenidos, nos reinventamos pedagógicamente, trabajamos jornadas extenuantes... y, a pesar de ello, la remuneración y el reconocimiento de las instituciones educativas y del gobierno no han estado a la altura.
Por eso el 1º de mayo no debe ser sólo un acto simbólico. Es un llamado a la acción, a la unidad y a la defensa de los derechos conquistados. Como académicos sindicales, no podemos permitir que se normalicen los contratos temporales, los salarios por debajo de la línea de bienestar, la falta de certeza laboral o el debilitamiento progresivo de nuestras instituciones públicas por recortes presupuestales.
Tampoco podemos olvidar nuestro rol como formadores de nuevas generaciones. Es fundamental transmitir a nuestros estudiantes no sólo conocimientos técnicos, sino también conciencia histórica y sentido de justicia. Que entiendan que los derechos laborales no son dádivas, sino conquistas colectivas. Que comprendan que la organización sindical es una herramienta legítima y necesaria frente al poder.
El 1º de mayo debe recordarnos que cada logro, desde el aguinaldo hasta el derecho a huelga, ha sido producto de la movilización. Y que sólo con esa misma fuerza colectiva podremos enfrentar los desafíos del presente: la defensa de la educación pública, la mejora de las condiciones laborales y la construcción de un país que valore el trabajo en todas sus formas.
En este día, más que nunca, reafirmamos nuestro compromiso con la dignidad del trabajo docente y con la memoria viva del movimiento obrero. Porque sin educación crítica, no hay democracia; y sin trabajo digno, no hay futuro.