El aplauso sin estrategia
Nearshoring se volvió la palabra mágica. Se le presentó como el gran parteaguas industrial de México: inversiones sin precedentes, empleos bien pagados, cadenas globales reorganizadas a nuestro favor. Pero entre tanta promesa, conviene hacer una pausa.
¿Realmente está ocurriendo el boom que tanto se anuncia? ¿O estamos celebrando más narrativa que transformación?
Las inversiones no están llegando con la fuerza prometida. La integración de proveedores locales es marginal. La innovación nacional, casi ausente. Y las grandes brechas —infraestructura, capital humano, certeza jurídica— siguen abiertas.
Seguimos aplaudiendo la instalación de plantas que operan con insumos importados, desconectadas de nuestras MIPYMEs, sin generar conocimiento ni contenido nacional.
¿Eso es desarrollo industrial o solo administración del entusiasmo?
El nearshoring no es una garantía. Es una ventana que exige visión, política, estrategia y acción compartida.
Y si no la tomamos en serio, será otro caso de oportunidad desperdiciada. Uno que no podemos volver a explicar con discursos.
Nearshoring 2.0: ya no basta con estar cerca
La primera ola del nearshoring fue reactiva: empresas saliendo de Asia ante disrupciones logísticas y geopolíticas. México, por ubicación y tratados, se volvió receptor natural. Pero hoy entramos en una nueva fase —Nearshoring 2.0— en la que ya no basta con estar geográficamente cerca del mercado. Ahora hay que estar cerca de la capacidad, del talento, de la infraestructura, de la certeza legal y de la estrategia industrial.
¿Estamos compitiendo por valor… o solo rentando territorio y ofreciendo mano de obra sin integración ni escalamiento?
Expectativas vs. realidad: ¿el nearshoring está cumpliendo su promesa?
La Asociación Mexicana de Parques Industriales Privados (AMPIP) estima que unas 453 empresas podrían instalarse en México hacia 2025. Sin embargo, la ocupación de parques industriales ha caído un 31% respecto al pico de 2021. El fenómeno no se ha consolidado como se esperaba. Y según el Banco de México, el impacto real podría no verse sino hasta 2026 o incluso 2030, si no corregimos los cuellos de botella más urgentes.
Y esos cuellos de botella no son nuevos: seguimos operando con una infraestructura pensada para condiciones del pasado, cuando el contexto global, las exigencias logísticas y los estándares tecnológicos eran muy distintos. Hoy, esa misma infraestructura representa un límite estructural para competir a escala internacional.
A ello se suman intermitencias en el suministro energético, falta de talento técnico especializado y —quizá el más estructural— falta de certeza jurídica. La inversión necesita confianza, no discurso. Reglas claras, cumplimiento normativo y seguridad jurídica para crecer con visión de largo plazo.
Además, la integración nacional es mínima. Las nuevas plantas siguen operando con insumos importados. La transferencia de conocimiento es escasa. No existe una estrategia articulada que garantice que esta reconfiguración global fortalezca verdaderamente nuestras cadenas productivas internas.
El riesgo no es que el nearshoring no ocurra. El riesgo es que ocurra… y no nos transforme.
Aguascalientes: competir con ventajas reales
Frente a este panorama desigual, Aguascalientes destaca. Contamos con cultura industrial, paz laboral, infraestructura logística y talento técnico. Pero además, somos uno de los estados más seguros del país.
Mientras otras regiones enfrentan costos crecientes derivados de la violencia, Aguascalientes ofrece certeza operativa, estabilidad institucional y confianza para invertir.
Desde CANACINTRA impulsamos una agenda de acción concreta: formación técnica alineada al mercado, desarrollo de proveedores certificados, vinculación con empresas tractoras, sostenibilidad energética e integración digital.
Porque no basta con atraer inversión. Hay que saber qué hacer con ella.
¿Desarrollo o decorado?
Llenar parques industriales no es sinónimo de transformación.
¿Cuánto contenido nacional estamos generando? ¿Cuántas MIPYMEs han sido realmente integradas? ¿Qué porcentaje del valor se queda en el país?
Una política industrial seria no promociona sin integrar. No celebra sin cuestionar. Y no atrae sin exigir retorno.
Reflexión final: que el futuro no nos maquile
El nearshoring es una prueba silenciosa. Y no la va a aprobar quien reciba más inversión, sino quien sepa convertirla en poder productivo propio.
Porque el riesgo no es que no lleguen empresas.
El verdadero riesgo es que lleguen… y nos dejen igual.
O construimos un modelo que integre, eleve y transforme lo local,
o el nearshoring será solo otro capítulo más de una historia que maquila el futuro… pero nunca lo dirige.