Cada año, la feria se parece menos a la que conocimos. Los de siempre intentan hacer negocio hasta con el aire que respiramos, pero ayer, PICUS se plantó en el Foro de las Estrellas y, junto con una estatua de El Cejas —torero de faenas inciertas y cejas legendarias—, nos recordó que esta fiesta fue de las familias mucho antes de que la manoseara el dios Baco y sus acólitos institucionales.
Ayer, los pequeños nos dieron una muestra de civilidad y alegría, sin necesidad de alcoholes, corridos tumbados ni el reggaetón malandrote que últimamente parece sonar hasta en las misas de difuntos. PICUS se llama el grupo infantil-juvenil que llenó el Foro de las Estrellas como hace tiempo no se veía. Y qué bien por esas familias que nos regalaron esa estampa de entusiasmo y nostalgia, de cuando ir a la feria era asunto familiar, donde ni el pisto ni los alucines eran el leitmotiv.
A ritmo de “Jordan Fly”, “Cachín” y la pegajosa “Sandungeo”, los chamacos brincaron y cantaron, dejando claro que también se puede pasar bien sin andar buscando bronca ni meterle desmadre a la noche. Ojalá que para las próximas ediciones se piense un poco más en ellos, en los niños y sus familias, que al final son quienes le dan vida de verdad a la feria, no los borrachines de palco VIP ni los palaperos de moral laxa.
Por otro lado, y como aquí nunca falta el folclor taurino, se llevó a cabo la develación de una escultura de un torero que —sin ser figura de época— logró, a base de terquedad, voluntad y unas cejas que bien podrían haber tenido su propio código postal, meterse en la historia local. Nos referimos a “El Cejas”, ese diestro de leyenda cantinera que una tarde, según los sabios de barra, terminó persiguiendo al toro en sentido contrario porque —dijo él— “estaba tanteando la bravura desde atrás”.
O quizá el mérito mayor sea por la faena que ejecutó con cuidado y precisión. Hace 10 años, cuando Macías decidió plantar 4,000 olivos en nuestro estado, una apuesta que ayer le rindió frutos al develar su estatua en las afueras de la vetusta plaza monumental de los Bailleres.
Así se nos fue la tarde-noche en nuestra casi bicentenaria Feria de San Marcos, recordándonos que todavía hay espacios donde se puede convivir sin miedo a broncas, sin la tentación de acabar en una campal, y con la tranquilidad de ir a cenar con Doña Petra, jugar unos cuantos pesos al casino y regresar a casa contentos de haber compartido y formado parte de esta bonita tradición que —por momentos— parece que nos quieren arrebatar los amantes del dios Baco y la voracidad institucional.
Bien por esa tarde con PICUS, que con su Dreams Tour 2025 demostró que sí se puede llenar un foro con energía genuina, entusiasmo juvenil y sin tener que cantarle al polvo blanco ni al fierro caliente.
La tarde-noche se despidió entre peluches voladores, gorditas de nata y la sonrisa de quienes aún saben que una feria se disfruta con los hijos, con los amigos de siempre y no entre vallas VIP ni campañas disfrazadas de concierto. Bien por PICUS, bien por El Cejas, y ojalá que no sea solo un paréntesis en esta feria que, de a poco, nos intentan quitar.
Hasta aquí subió la roca.