Pues nada, que por fin descansaron un poco los atribulados encargados del Foro de Rancho. Los cientos de miles de dólares que cobra el boricua Mike Towers —que por estos lares parece más mito que taquillazo— no bastaron para atraer incautos que cayeran ahora en la reventa y el desorden de entradas para el mentado foro. Los guerreros, al parecer, se cansaron de tanto abuso, caos y desvergüenza. Y uno que aplaude, porque ya era hora.
Pero bueno, dejemos descansar ese tema en el corral de los despropósitos y vayamos a un asunto que causo revuelo este fin de semana.Dicen que en esta tierra de mezquites y memorias cortas, el olvido es más rápido que el progreso. Y como muestra, La Pona, ese bosque urbano que algunos quieren convertir en estacionamiento de memorias y asfalto de promesas incumplidas.
El madruguete medioambiental que, impulsado por intereses económicos poco claros —como casi siempre en estos casos—, busca desde hace varios lustros despacharse a la famosísima Pona. Para los expertos de café, opinadores de chats y eruditos de redes sociales que operan en modo CHPT (Chismosos, Petulantes y Tóxicos), este sitio no es más que un basurero, según su sapientísima opinión.
Pero resulta que este bosque urbano olvidado por autoridades y buena parte de los hidrocálidos, es hogar de más de 11,000 mezquites centenarios y refugio de más de 70 especies de flora y fauna. Ya lo quieren tapizar de asfalto y concreto en nombre del progreso o, peor aún, de la urgencia financiera que ahoga al Ayuntamiento capitalino, que fue quien, con pretexto de que “son terrenos privados”, autorizó este madruguete.
Quizá, aprovechando que andan tan defensores de la fiesta brava en nuestra comarca, las autoridades locales podrían vestirse de toreros y hacer de este espacio un ejemplo de cómo se puede regenerar y recuperar un pulmón verde olvidado… si es que en serio entienden la emergencia climática que vivimos.
El Ayuntamiento tiene reservas suficientes para plantear una permuta de terrenos. Sin necesidad de emular al gobernador poblano —ese que les advirtió a los inmobiliarios que o cooperan o se quedan sin terreno—, bien se podría buscar, por el bien de todos, el rescate de La Pona y convertirla en un oasis verde que le dé un respiro a una ciudad cada vez más saturada, sobre todo en el oriente.
Pero, claro, este es un tema que debieron prever y atender los encargados de la política interior del estado y municipio, para evitar que ahora tenga que resolverlo la gobernadora, que al final, es quien manda y termina de sacar las castañas del fuego, que sus colaboradores no pueden.Pero como ambos titulares de las Secretarías de Gobierno y del Ayuntamiento andan suspirando por candidaturas y cargos de elección popular, lo último que desean es desgastarse con asuntos que no les sumen en lo electoral.
Dice una vieja máxima que para que un secretario general de Gobierno sea eficaz y eficiente para su jefa o jefe, no debe aspirar a ningún cargo mientras desempeñe esa delicada tarea, para evitar que sus aspiraciones lo vuelvan inútil en su encargo. Sabiduría pura, aunque en estas tierras pocos la practiquen.
En fin —saquemos el pañuelo rojo, como en buena faena, esperando que las autoridades entiendan a cabalidad su compromiso con los ciudadanos y las futuras generaciones. Salven La Pona y hagan de ella un ejemplo nacional e internacional, que honre aquello que se prometió en campaña y que, hace apenas unos días, se reafirmó con bombo y platillo en el arranque del Programa de Reforestación, Donación y Concientización Ambiental 2025. Que, dicho sea de paso, se propone plantar 150,000 árboles en 240 hectáreas… ¿por qué no empezar por este fatigado oriente capitalino?
Hasta aquí subió la roca.