Sísifo | 24/04/2025 | 12:22
Hoy, una vez más, el eterno suspirante a la alcaldía enfrentara una nueva prueba de fuego. Gracias a una “APP” que genera QR fantasmas, intrasferibles e inservibles, de esas genialidades que algún asesor con complejo de Nostradamus —o con cuenta pendiente en Las Vegas— le vendió como la solución milagrosa que ni el mismísimo Musk ha descifrado. Y para ponerle sabor a la tarde y olor a fritanga electoral, llega Mr. Worldwide, sí, el Pitbull, prometiendo superar a los Maroon 5 en convocatoria, rating y selfies. Veremos si al suspirante le queda algo de pudor y se pone las pilas, para arreglar el desorden del “foro de rancho” o si será otro clavo en el ataúd de sus anhelos políticos, que ya parece tocada por la mano de Dios, versión electoral.
Por otro lado, merecería monumento o al menos un Día Estatal del Último Aliento —que se celebre con pastel y renuncias— el último fantástico. Como boxeador vapuleado en el último round, sacó fuerza de flaqueza para cambiar, de último momento, la secretaria del Ayuntamiento por la particular del alcalde. Eso, claro, previa venia de la manda más del estado y su querido cachorro, que con garras, tentáculos y mensajes de WhatsApp con hora azul, orquestaron este ajuste de última hora.
Este movimiento, lejos de ser solo un ajuste burocrático, da dos muestras que, en política, casi siempre salen del alma: una, desesperación; la otra, quiebre. Y este último se huele a leguas. El colocar al casi magistrado en la oficina particular del alcalde —su pupilo hasta hoy— se lee como acto de abierta rebeldía entre los palacios. Ya se siente el ambiente hostil en los sótanos, cocheras y pasillos donde antes sólo olía a café recalentado y aambición desbordada.
El ingeniero, en franca actitud de I Know You Want Me (Calle Ocho), desafiante ante las órdenes de quien, aunque le duela, es su superior jerárquica (politicamente hablando), se resiste a entregar el poco poder que le queda. Pobre del casi magistrado, atrapado entre dos amores de magnitudes volcánicas, sin darse cuenta de que la magistratura federal ya la tiene prácticamente en la bolsa, y que si le da por querer la número uno, se la quitan en un pestañeo.
Sería recomendable que el nuevo secretario particular no quiera jugarle al vivo, que no dibuje un pie más al gato, porque en política las órdenes las da quien manda. Y al final, como bien dice Pitbull en su himno de antro disfrazado de consejo de vida: "Don't Stop the Party", que el juego sigue, pero cada quien con su propio camino por recorrer.
Mientras tanto, la llegada del hombre de bigote se siente más y más inminente. Porque aunque ellos crean que estos pleitos son domésticos, son de dominio pleno del panismo, que aunque calla, cada día se ve más colgado en favor del “hasta donde tope”.
Así que, vámonos, porque ya me dio hambre. Y porque como bien decía Pitbull en sus buenos tiempos: “Time of Our Lives”, porque el circo, queridos amigos, apenas empieza a levantar la carpa.
Hasta aquí subió la roca.