El uso de los teléfonos celulares ha transformado radicalmente nuestra forma de comunicarnos. Hoy en día, es común entrar a un restaurante o a una cadena de comida rápida y observar a personas absortas en sus dispositivos móviles: algunos hablando, otros enviando mensajes, jugando o desplazándose sin rumbo en aplicaciones como Facebook o Instagram. Los niños, por su parte, parecen encontrar más entretenimiento en los celulares que en las tradicionales albercas de pelotas. En ocasiones, toda una familia permanece conectada a sus dispositivos, indiferente a sus propios miembros y al entorno que los rodea.
Diferentes generaciones comparten un denominador común: el teléfono celular. El tiempo de conversación cara a cara se ha reducido, dando paso a conexiones con personas distantes mientras se ignora a quienes están presentes. La virtualización de las relaciones se ha normalizado. Parafraseando a Milan Kundera, estamos permanentemente conectados y, al mismo tiempo, en otro lugar. Nos distanciamos presencialmente.
Los algoritmos alimentan nuestra búsqueda constante de conexión e identificación, creando espacios virtuales donde encontramos "tribus" que nos hacen sentir parte de algo. En los años setenta, las calculadoras estaban prohibidas en las escuelas por temor a que afectaran nuestra capacidad de razonamiento y memoria. Hoy, los teléfonos celulares, mucho más poderosos que aquellas calculadoras científicas, son comunes en las aulas.
La aparición de las primeras calculadoras manuales representó un avance tecnológico significativo, reemplazando las reglas de cálculo utilizadas en la enseñanza de química y física en la secundaria. Poseer una calculadora HP era un símbolo de estatus, y tener un reloj digital despertaba la envidia entre los compañeros. La tecnología japonesa dominó desde la década de los ochenta hasta principios del 2000, destacando con sus televisores de alta definición y walkman.
El iPhone revolucionó nuestro concepto de escuchar música y ver videos; el streaming impactó todos los niveles sociales. Aplicaciones como TikTok han acaparado la atención por su brevedad y superficialidad, generando una dependencia creciente entre los adolescentes.
Sin duda, los teléfonos inteligentes han invadido todos los espacios de nuestra vida social, laboral y familiar. A partir de la pandemia, se convirtieron en extensiones de nuestras neuronas, facilitando búsquedas en internet e incluso la lectura de menús mediante códigos QR en los restaurantes.
Toda esta revolución fue posible gracias al internet de banda ancha y al WiFi (Wireless Fidelity), que promovieron la interoperabilidad entre dispositivos inalámbricos, alcanzando su auge en este milenio. Surgió entonces la necesidad de estar "conectados", término que actualmente connota estar en red, en línea. Un "contacto" es alguien probablemente desconocido en la vida real, pero sugerido como amigo por los algoritmos según nuestras interacciones en las redes. Lo real se convierte en anécdota y lo virtual en cotidianeidad.
Las redes sociales nos enganchan gracias a la velocidad del internet conectado al WiFi, satisfaciendo nuestras necesidades de agradar y ser aceptados. Cedemos poder al algoritmo para encontrar en otros nuestra necesidad de aceptación, convirtiendo las plataformas en cajas de resonancia para aceptar o rechazar opiniones y estilos.
La confirmación de nuestras opiniones y la validación se han convertido en el centro de las conversaciones. En este punto, es importante reflexionar sobre el papel de la escuela, especialmente en el nivel de educación básica, para promover, a través de programas para padres, la concientización sobre los peligros a los que se exponen los niños al usar las redes sociales. Es fundamental iniciar un proceso desde el hogar que reduzca el tiempo que los pequeños destinan a los juegos en línea.
Según el Informe Especial Audiencias Infantiles 2023 del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), basado en la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales (ENCCA) 2022, se destacan los siguientes datos para niñas y niños de entre 7 y 11 años:
? Uso de internet: El 82% declaró usar internet.IFT
? Uso de redes sociales: El 69% mencionó utilizar alguna red social, lo que representa un aumento significativo desde el 39% registrado en 2017.
? Plataformas más utilizadas:
o WhatsApp: 66%
o YouTube: 55%
o TikTok: 49%
o Facebook: 34%
o Zoom: 17%DPL News
? Consumo de contenidos en internet: El 65% de los menores consume contenidos en línea, siendo YouTube la plataforma preferida, con un promedio de 2.6 horas diarias de visualización.
? Dispositivos más utilizados: El teléfono celular es el dispositivo principal para acceder a estos contenidos, seguido por las Smart TV y las tabletas.
Estos datos reflejan una creciente digitalización en la infancia mexicana y subrayan la importancia de promover un uso seguro y responsable de la tecnología desde edades tempranas.
La omnipresencia de los dispositivos móviles en nuestras vidas ha redefinido las interacciones humanas, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Mientras que la tecnología ofrece innumerables beneficios, también plantea desafíos significativos en términos de desarrollo social y emocional. Es imperativo que tanto padres como educadores trabajen conjuntamente para establecer límites saludables y fomentar un uso consciente de la tecnología, asegurando que las futuras generaciones puedan aprovechar sus ventajas sin sacrificar las relaciones humanas fundamentales.