¡Y que siempre sí!
Pues que siempre sí habrá corridos tumbados y apología a los capos en la Feria de San Marcos 2025. Después del desaguisado moralizante en Texcoco —donde quisieron tapar el sol con un decreto y acabaron incendiando redes, pasiones y hasta un par de escenarios—, las autoridades hidrocálidas, más pragmáticas que mojigatas, decidieron que mejor “ni pa’ qué moverle”. El municipio, el patronato y los legisladores prefirieron dejar el tema por la paz… aunque sea nomás para pasar la feria sin raspaduras.
Un guinda en el berenjenal
Todo comenzó cuando un legislador federal de Morena, en una epifanía de cruzada moral, propuso prohibir los productos culturales que hicieran “apología del delito”. ¿Qué significa eso? Pues lo que usted quiera: desde una serie en Netflix sobre narcos hasta la rola de Camelia la Texana, pasando por los versos de La Suburban Dorada de Los Huracanes del Norte. Y en una de esas, también El Padrino o hasta Breaking Bad. ¿Estamos hablando de censura o de una distopía tropical?
La propuesta levantó cejas, memes y más de una carcajada. Porque una cosa es legislar, y otra es querer educar a cintarazos a toda una sociedad que canta lo que le duele… o lo que le gusta.
Nudge, no látigo
Y es que si este legislador (a quien le caería bien regresar a la Facultad de Derecho… o mínimo a la secundaria abierta) estudiara tantito más, descubriría que el camino no es la prohibición, sino la persuasión inteligente.
En las ciencias del comportamiento —que sí, existen, aunque no salgan en La Mañanera— se habla de los nudges o “empujoncitos”. Intervenciones sutiles que modifican decisiones sin quitar libertades. Como poner música clásica en las paradas del camión para disuadir el relajo, o redirigir los algoritmos para no glorificar tanto al “Señor de los Cielos”. No cuesta tanto, y suele funcionar más que el clásico “¡te vas a la cárcel por cantar eso!”.
Pañuelo rojo, corazón caliente
Y mientras tanto, los del pañuelo colorado —esos fieles defensores de la fiesta brava— anuncian su propia manifestación en defensa de los toros. Aunque no sé si sus líderes se han tomado el tiempo de googlear las connotaciones internacionales del pañuelo rojo (spoiler: no todas son taurinas). Pero en algo quizá tengan razón: Aguascalientes sigue siendo un bastión del toreo, guste o no, y merecen al menos una plaza digna.
Porque esa Plaza Monumental, la que alguna vez fue orgullo y ahora parece reliquia polvorienta, está más abandonada que la política cultural estatal. La misma que un exgobernador les regaló a los dueños de “Los Palacios” —sí, esos que tienen más suerte que compromiso— y que hoy es una mezcla entre ruina, olvido y potencial desperdiciado.
La feria va. La música va. El debate también. Aguascalientes sigue siendo tierra de contrastes: de tradición y de modernidad, de moralinas legislativas y borracheras culturales. Aquí no se prohíbe, se improvisa. Y eso, con todo y caos, también tiene su encanto.
¡Que Dios reparta suerte!
Hasta aquí subió la roca…