Viernes 25 de Abril de 2025 | Aguascalientes.

Tecnólogos, tiranos y tratados rotos, el Musk y Putin, chivos en cristalería

Ricardo Heredia Duarte | 06/04/2025 | 01:18

En el ajedrez global que hoy se juega sin reglas claras, los peones ya no son solo los más débiles, sino también quienes no entienden que las fichas han cambiado. Antes, los conflictos eran entre Estados, y las decisiones estratégicas se tomaban en cancillerías o cuarteles generales. Hoy, un multimillonario con acceso a satélites, redes sociales, fábricas y laboratorios de inteligencia artificial puede alterar el equilibrio internacional desde su escritorio. Elon Musk lo ha demostrado.
 
Un reportaje reciente del Wall Street Journal reveló que Musk ha mantenido comunicaciones privadas y sostenidas con Vladimir Putin, el presidente ruso. No se trató de una llamada aislada ni de un saludo protocolario: hablamos de múltiples conversaciones desde finales de 2022, en las que se discutieron temas tan delicados como la guerra en Ucrania, la activación (o no) de su red satelital Starlink en zonas sensibles como Taiwán, y peticiones directas del Kremlin. La filtración de estas interacciones, lejos de ser un escándalo pasajero, confirma algo que muchos sospechábamos: los grandes capitales tecnológicos ya no solo influyen en la política global… la están dirigiendo.
 
Y mientras esto ocurre, Donald Trump desde su regreso a la presidencia no solo intensifica su lucha contra las estructuras del llamado Deep State, sino que avanza con una estrategia más amplia, el dinamitar el orden multilateral construido después de 1945. Su proyecto es claro, un mundo donde Estados Unidos ya no rinde cuentas ante nadie, donde las alianzas históricas pueden desecharse si no sirven a sus intereses económicos inmediatos, y donde empresarios como Musk son aliados o socios mayoritarios del poder político.
 
Todo esto parecería, para muchos, una discusión lejana. Europa, Asia, Washington, Moscú... ¿qué tiene que ver México con esto? Mucho más de lo que estamos dispuestos a aceptar.
 
México no es solo vecino de Estados Unidos, es su socio comercial número uno, superando a China en 2023 con un comercio bilateral superior a los 798 mil millones de dólares (U.S. Census Bureau, 2024). Es también su mayor proveedor industrial y, en muchos sentidos, un engranaje funcional de su economía. Cualquier reconfiguración del poder en Washington y más aún si esta está acompañada por figuras como Musk, que ya operan e invierten en México afecta directamente nuestra estabilidad económica, política y tecnológica.
 
Hoy, mientras Trump desmonta tratados internacionales y debilita la cooperación global, Musk expande su influencia en todo el mundo.
 
Lo que no se discute es: ¿qué pasará cuando esos intereses empresariales entren en contradicción con los intereses nacionales mexicanos?
 
Imaginemos que, por motivos geopolíticos, Musk decide apagar o limitar el acceso a servicios satelitales en ciertas regiones del país. ¿A quién le rendirá cuentas? ¿Al Congreso mexicano? ¿A una instancia internacional que Trump ya abandonó? En esta ecuación, México está jugando sin seguro, sin blindaje, sin reglas claras.
 
Más preocupante aún es que el discurso libertario-tecnocrático de Musk y la narrativa antiinstitucional de Trump hacen eco en sectores mexicanos que, desencantados con la política tradicional, ven en ellos una solución o una “modernidad deseable”. Este es el verdadero riesgo, no solo la dependencia estructural, sino la colonización cultural y política disfrazada de innovación.
 
La historia nos ha enseñado, con dolor, que cuando el capital internacional se alía con poderes autoritarios, los países del sur global terminan pagando la factura. Hoy, el desmantelamiento del orden de Bretton Woods y el ascenso de un nuevo eje Musk-Putin-Trump no solo reconfiguran las reglas del juego global, sino que colocan a países como México en un estado de indefensión estratégica si no actuamos con visión y soberanía.
 
No podemos seguir actuando como si esto no nos concierne. México necesita una nueva política exterior, capaz de leer estas transformaciones y posicionarse con inteligencia. Necesita diversificar sus alianzas económicas, fortalecer su infraestructura digital y tecnológica con empresas nacionales, y construir una doctrina de soberanía del siglo XXI, no solo territorial, sino también informativa, tecnológica y energética.
 
También debemos debatir, desde la sociedad civil, el rol que queremos que jueguen las grandes corporaciones extranjeras en nuestro desarrollo. No se trata de cerrarnos al mundo, sino de exigir condiciones justas, responsables y alineadas con nuestros propios intereses, y no con los planes de poder de empresarios con agendas oscuras.
 
La historia no se repite, pero sí rima como corrido tumbado. En el pasado fueron las compañías mineras británicas, los ferrocarriles estadounidenses o los bancos franceses. Hoy son las plataformas digitales, los satélites de internet y los vehículos autónomos. La pregunta sigue siendo la misma ¿quién gobierna de verdad?
 
Si no respondemos con claridad, otros lo harán por nosotros. Y no será en nuestro beneficio.
 
Lo que ocurre entre Musk y Putin no es solo un escándalo mediático, es el síntoma de un nuevo paradigma. Uno donde los límites entre la política, los negocios y la guerra se desdibujan. Uno donde los países como México, si no despiertan, serán simplemente espectadores o peones en el tablero de otros.
 
En este contexto, nuestro mayor riesgo no es el conflicto directo, sino la irrelevancia.
Y eso, para una nación con la historia, los recursos y el pueblo como el nuestro, sería inaceptable.