Después de más de un mes de hospitalización en la que según los reportes de los médicos la vida del papa Francisco estuvo en peligro en al menos dos ocasiones, el pasado domingo 23 de marzo de 2025 fue dado de alta. Cierto es que el alta del papa no obedece a que él se encuentre recuperado plenamente. Sobre sí Francisco carga sus 88 años, el contar con sólo un pulmón y seguramente un montón de complicaciones consecuencia de su edad y su estilo de vida. La de Francisco es una vida de un pastor que a ejemplo de Jesús ha optado por estar de lado de los más desfavorecidos, el discurso social y la constante denuncia a la llamada cultura del descarte, así como a lo que él ha llamado como: “globalización de la indiferencia”, nos habla de una figura que ha sabido leer el evangelio desde la óptica de los de abajo. Seguramente en el corazón del papa siguen estando frescos los recuerdos de sus visitas como cardenal a los barrios pobres de Buenos Aires, gracias a su mirada contemplativa Francisco pudo captar el ruido del corazón del ser humano mientras usaba el metro de la capital argentina como medio de transporte ordinario.
Como papa Francisco se ha convertido en el papa de los gestos más que de las palabras. En cada viaje no ha perdido la oportunidad de encontrarse con los más desfavorecidos, lo hemos visto abrazando enfermos, visitando incluso a sacerdotes que decidieron abandonar el ministerio. Cada jueves santo él ha tenido por catedral la capilla de una prisión romana y ahí lava los pies a los presos ante la conmoción de muchos y las lágrimas de tantos que sin duda se cuestionan: ¿cómo es posible que un hombre de tal investidura haga eso? No se trata de ver a Francisco como una especie de superhombre.. no. Francisco simplemente es alguien que es profundamente cristiano, el evangelio lo ha sabia traer no sólo en el bolsillo como alguna vez comentó, sino sobre todo en el corazón a pesar de los retos y dificultades que esto conlleva.
Después de más de un mes de espera lo hemos visto asomarse a través de un balcón del hospital, su encuentro ante las más de 3000 mil personas que estaban en la explanada del hospital no se compara con la multitud que seguíamos la transmisión para verle. El encuentro fue breve, unos cuantos minutos, la explicación era evidente: el papa aún no está bien, su dificultad para hablar manifestada en la debilidad de su voz hacía que su presencia, aunque sonriente siempre tuviera el rostro de cruz.
El papa habla poco, pero sigue enseñando tanto, la manera de abrazar la ancianidad nos lleva a pensar en que se puede ser feliz en la medida en la que somos capaces de abrazar la vida con todo lo que esto implique. Francisco no sólo es para miles de católicos el papa sino que también es un ser humano tan frágil y necesitados como todos nosotros y desde la vulnerabilidad que vive nos sigue dando a todos una gran lección.