Martes 15 de Abril de 2025 | Aguascalientes.

La masculinidad bajo asedio

Ricardo Heredia Duarte | 04/04/2025 | 11:37

Vivimos tiempos raros. No solo raros por lo cambiantes, sino por lo contradictorios. En este país, donde las tradiciones siguen marcando el ritmo de la vida diaria y donde la familia y la comunidad aún son fundamentales, uno no puede evitar preguntarse ¿en qué momento se volvió sospechoso ser hombre, ser padre, mantener valores arraigados?
Hay una narrativa creciente en ciertos círculos académicos y mediáticos que insiste en pintar la masculinidad como tóxica por defecto. Que todo lo masculino huele a violencia, a dominación, a represión. Pero eso no solo es injusto, es falso. Sin duda a lo largo de la historia, se ha demostrado que existe un modelo de masculinidad completamente distinto, el del hombre que protege, que se entrega, que es fuerte, pero no para oprimir, sino para construir.
Ese modelo no grita ni somete, sino que trabaja calladamente por el bien de los suyos. Ese hombre es fuerte, sí, pero para cargar responsabilidades, no para imponerlas. En tiempos en los que muchos jóvenes se sienten perdidos, sin referentes claros, ese modelo no debería ser desechado. Debería ser redescubierto.
Mientras algunos y algunas insisten en que el problema es el "patriarcado", la realidad muestra una crisis de identidad masculina que está dejando a muchos jóvenes a la deriva. Según el Pew Research Center, más del 60% de los hombres jóvenes en países occidentales dicen sentirse "desconectados" o "sin propósito", un aumento de más de 20 puntos desde el 2000. En México, los datos del INEGI muestran que la tasa de suicidio en hombres jóvenes (de 20 a 29 años) es casi cuatro veces mayor que en mujeres del mismo rango de edad. Si el "privilegio masculino" fuera tan evidente, ¿por qué los hombres son quienes más se quitan la vida?
Pero hay algo más que incomoda y preocupa. En esta ola de denuncias legítimas contra verdaderos agresores que, por supuesto, deben enfrentarse a la justicia, ha surgido una distorsión peligrosa, las denuncias falsas. Casos en que, por venganza, por coraje o por interés económico, algunas mujeres han utilizado las leyes pensadas para protegerlas como herramientas de castigo en contra de los hombres.
Datos del Tribunal Superior de Justicia de la CDMX han señalado que entre el 15% y el 20% de las denuncias por violencia familiar o abuso terminan sin sustento jurídico o son desistidas por inconsistencias graves en las declaraciones. Esto no significa que todas sean falsas, pero sí alerta sobre un uso instrumental de la ley en no pocos casos. Y eso, por más incómodo que sea decirlo, también es violencia.
No se trata de negar que hay mujeres maltratadas (las hay, y muchas), ni de ignorar que existe una historia de desigualdad. Pero tampoco podemos taparnos los ojos ante esta nueva injusticia, la del hombre acusado falsamente, señalado sin pruebas, linchado mediáticamente antes siquiera de poder defenderse. Hoy, lo mediático pesa más que lo legal.
La solución no es dar un giro hacia el otro extremo, sino encontrar un equilibrio. Volver a un concepto de masculinidad que no sea caricaturizado ni demonizado. Un modelo en el que los hombres puedan ser firmes sin ser violentos, en el que puedan cuidar sin ser vistos como opresores.
Tradiciones, como la familia y la comunidad son cosas que importan, por lo que sin duda es momento de recuperar la cordura. De dejar de generalizar. De no permitir que, en el intento de corregir injusticias del pasado, se cometan nuevas injusticias hoy.
Los hombres del siglo XXI no debemos pedir permiso para existir. Pero tampoco podemos vivir a la defensiva. Necesitamos vivir, trabajar y aportar con la frente en alto. Con dignidad.
 
“El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”: Eduardo Galeano