Hay dolores que gritan. Y hay silencios que matan. En México, las Madres Buscadoras siguen hurgando entre la tierra, en fosas clandestinas y en el sistema de justicia inoperante, en busca de sus hijos e hijas desaparecidas. Estas mujeres, despojadas de la posibilidad de duelo, sufren también del abandono de su pareja, ya que ellas dedican gran tiempo en la búsqueda de sus hijos e hijas desaparecidas.
Se han convertido en jefas de familia y también en investigadoras, forenses, activistas y defensoras de derechos humanos porque el Estado no solo les ha fallado, sino que también las ha criminalizado. Y el silencio oficial frente a su lucha no es solo indiferencia; es complicidad.
El mismo país que les niega justicia a estas madres es el que protege a hombres acusados de violencia y abuso de poder. No hay una gran diferencia entre el Estado que permite que las madres busquen con sus propias manos los cuerpos de sus hijos y el que se niega a desaforar a Cuauhtémoc Blanco, acusado de intento de violación. Ambos reflejan la impunidad estructural y el pacto de poder que prioriza la protección de los suyos antes que la justicia para las víctimas.
Claudia Sheinbaum, primera mujer en la presidencia de México, tenía en sus manos la oportunidad de ser una aliada real para las Madres Buscadoras y para todas las mujeres que enfrentan la violencia sistemática. Pero su respuesta ha sido tibia. Ha prometido diálogo, ha reconocido su valentía, pero en los hechos, su gobierno sigue sin garantizar seguridad, verdad y justicia. Mientras las Madres Buscadoras arriesgan su vida en cada búsqueda, la presidenta elige una postura cómoda, sin confrontar el pacto patriarcal que mantiene en su lugar a agresores y corruptos.
¿De qué sirve una mujer en el poder si sigue sosteniendo las mismas estructuras de impunidad? ¿De qué sirve un gobierno que se dice progresista si no está dispuesto a romper con el machismo institucionalizado? Las madres sin hijos no buscan reconocimiento, buscan justicia. Y justicia significa un Estado que investigue, que castigue a los responsables, que desmantele las redes criminales, no que deje en el olvido a quienes han perdido todo.
Mientras el gobierno protege a hombres como Cuauhtémoc Blanco, acusado de tentativa de violación, y sigue sin dar respuestas reales a las Madres Buscadoras, México seguirá siendo un país donde ser mujer implica una condena: la de ser violentada, la de ser desaparecida, la de ser ignorada.
Si Claudia Sheinbaum quiere hacer historia, no basta con ser la primera presidenta. Tiene que demostrar que es diferente. Y para eso, debe estar del lado correcto: el de las madres que buscan y no el de los hombres que se esconden tras el poder para evadir la justicia.
Gwendolyne Negrete es Activista Social y trabaja en brindar acceso a la justicia para las personas de escasos recursos, especialmente a las mujeres jefas de familia.