Martes 15 de Abril de 2025 | Aguascalientes.

¡QUÉ VIVA EL COLISEO HIDROCÁLIDO!

Plano Informativo | 31/03/2025 | 11:35

Espabilando y saliendo de otra semana repleta de tedio periodístico, tratando de romper una línea bien marcada por miedo y hambre, hoy me permito hablar de un tema –si bien conectado y con las reservas pertinentes a herir susceptibilidades, además de ganarme dos que tres enemigos relevantes– que me interesa profundamente: la tauromaquia y Aguascalientes, que es epicentro de una tradición que, lejos de enaltecer la cultura, se ha convertido en el pretexto perfecto para encubrir tratos “millonarios” y reuniones de tu índole preferida.
 
En este lugar, donde la corrida es casi un ritual sagrado, los toros son meros instrumentos de un espectáculo brutal. Se les somete a un dolor ritual que es celebrado como arte, mientras que detrás de la cortina de la tradición se negocian intereses que, con la connotación cuasi oscurantista que les merece, algunos consideran ennegrecidos. Los pseudo intelectuales, que se visten de eruditos y se enorgullecen de defender lo “noble”, usan discursos vacíos para justificar la barbarie. Como advertía Umberto Eco en sus Cinco escritos morales, cuando la cultura se despoja de autocrítica, se corroe y se transforma en arma para encubrir la explotación y la violencia.
 
La tauromaquia aquí no es más que un vestigio de una era oscura, en la que el sufrimiento de seres vivos y el trabajo anónimo de aquellos que, desde limpiar la arena hasta coordinar el evento, son tratados como simples mercancías, se venden al mejor postor. La pompa y la parafernalia que la rodean se utilizan para blindar tratos debajo de la mesa; es en estas reuniones, disfrazadas de tertulias culturales, donde se sella la complicidad entre empresarios y políticos que buscan perpetuar un sistema de poder basado en la crueldad.
 
Resulta profundamente irónico que, en una sociedad que se jacta de sus “raíces taurinas”, se utilice esta tradición para ocultar la devaluación del trabajo y la explotación de quienes apenas son reconocidos. La cultura, que debería ser un vehículo para la elevación humana, se convierte en un manto que esconde la verdadera naturaleza de la barbarie, permitiendo que la tauromaquia siga siendo un negocio rentable, a expensas de la vida y el bienestar de seres que nunca han tenido un valor intrínseco más allá de su utilidad en el espectáculo.
 
Hoy, en Aguascalientes, donde la tauromaquia se presenta como un legado inmutable, es imprescindible cuestionar esta “tradición” y denunciar cómo se ha distorsionado para servir intereses económicos y políticos. No se trata de atacar a quienes aman el toreo por el mero hecho de ser tradicionales, sino de abrir la mirada y reconocer que una cultura que se nutre de la violencia no puede ser celebrada. Es hora de recuperar el verdadero sentido crítico –como nos instaba Eco– y de replantearnos qué tradiciones merecen ser preservadas y cuáles son simplemente instrumentos para perpetuar la explotación.
 
La verdadera cultura se basa en la compasión y el respeto por la vida. Y si en Aguascalientes la tauromaquia sigue siendo impuesta, no por elección popular sino a fuerza de amenazas y chantajes, es el momento de decir basta. Porque la tauromaquia, con su ritual sangriento y su fachada de nobleza, no es sino la encarnación de una barbarie moderna que debe ser relegada al olvido, para dar paso a una sociedad que valore de verdad la vida, el trabajo y la justicia.