Martes 1 de Abril de 2025 | Aguascalientes.

Ciencias vs. Humanidades: ¿Están las universidades matando el pensamiento crítico?

Jorge Antonio Rangel Magdaleno | 29/03/2025 | 18:14

En las últimas décadas, las universidades han ido abandonando progresivamente las disciplinas humanísticas —filosofía, historia, literatura, arte— para privilegiar carreras "útiles": ingenierías, negocios, tecnología. Este giro no es inocente. Responde a una lógica mercantilista que concibe la educación como un simple instrumento al servicio del mercado, reduciendo su valor a la empleabilidad y la productividad. Pero el costo de este enfoque es alto: la paulatina erosión del pensamiento crítico, esa capacidad de cuestionar, interpretar y desafiar el mundo que nos rodea.  
 
Se acusa a las humanidades de ser "improductivas", como si su valor pudiera medirse en términos de rédito económico. Sin embargo, su verdadera función nunca ha sido generar ganancias, sino formar ciudadanos con capacidad de análisis, sensibilidad ética y conciencia histórica. Mientras las ciencias enseñan cómo hacer las cosas, las humanidades nos recuerdan por qué y para quién deben hacerse. Un ingeniero puede construir un algoritmo, pero sin filosofía, difícilmente cuestionará sus implicaciones en la privacidad o la justicia social. Un economista puede optimizar cifras, pero sin historia, ignorará cómo sus decisiones reproducen desigualdades del pasado.  
 
El debilitamiento de las humanidades tiene efectos concretos. En el ámbito público, su ausencia se traduce en debates pobres, polarización sin sustento y una creciente incapacidad para distinguir entre hechos y opiniones. Las redes sociales están repletas de datos, pero vacías de contexto; la política se reduce a eslóganes, no a ideas; y la cultura se valora solo como entretenimiento, no como reflexión.  
 
Pero hay algo más grave: una democracia saludable depende de ciudadanos que comprendan su historia, analicen críticamente el poder y resistan la manipulación. Cuando las humanidades se marginan, se debilitan también los anticuerpos contra el autoritarismo y el pensamiento único. Como señaló Umberto Eco, "el fascismo no es solo un régimen político, sino la ausencia de pensamiento crítico". Quienes hoy desprecian la filosofía o el arte no están recortando gastos: están desarmando las herramientas que permiten a la sociedad defenderse de los dogmas.  
 
No es casual que este desmantelamiento coincida con el auge del neoliberalismo educativo. Gobiernos e instituciones justifican los recortes a las humanidades en nombre de la "eficiencia", disminuyendo la formación de ciudadanos críticos que cuestionen el statu quo. Una población que no cuestiona, que desconoce su historia y que no ejercita la duda es más fácil de gobernar —y de explotar—. 
 
La solución no es enfrentar ciencias y humanidades, sino integrarlas. Leonardo da Vinci no eligió entre arte y anatomía; Marx estudió economía y filosofía; Einstein reflexionó sobre la ciencia con profundidad humanística. Las universidades deben recuperar ese equilibrio, entendiendo que su misión no es producir solo trabajadores, sino personas con una formación integral.  
 
Para ello, es urgente revalorizar las humanidades en los planes de estudio, incluso en carreras técnicas, exigir financiamiento público con la finalidad de evitar que su supervivencia dependa de su "rentabilidad", así como fomentar la interdisciplinariedad, vinculando tecnología con ética, medicina con bioética, economía con historia. 
 
El mundo no necesita más técnicos sumisos, sino personas capaces de preguntarse ¿qué tipo de sociedad estamos construyendo? Las humanidades no son un lujo, son el antídoto contra la alienación y la injusticia. Si las universidades siguen priorizando el "saber hacer" sobre el "saber pensar", estarán matando lo más valioso que tiene la educación: su poder para emancipar. Como escribió Bertolt Brecht, "el peor analfabeto es el analfabeto político". Y hoy, ese analfabetismo se cultiva desde el desprecio a las humanidades.