Martes 15 de Abril de 2025 | Aguascalientes.

Teuchitlán... el horno de las culpas sin responsables

Ricardo Heredia Duarte | 26/03/2025 | 11:25

El caso del rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, ha puesto una vez más de manifiesto el horror de una guerra, la llamada "guerra contra el narco", inaugurada o inventada (según The Washington Post) en 2006 por el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa. Enfundado en una casaca militar verde olivo, Calderón hizo la declaratoria de manera frontal, el 11 de diciembre de ese año, a través de la llamada "Operación Conjunta Michoacán".
 
A la luz de los años, diversos analistas ven aquel acto como un golpe de autoridad simbólico, una manera de definir su mandato y su "tamaño" político ante el clima de ilegitimidad con el que comenzó su gobierno. La sombra del presunto fraude electoral de 2006, denunciado por Andrés Manuel López Obrador y el entonces PRD, lo persiguió desde el primer día, cuando lo llamaban "espurio". En ese contexto, el arranque de la "guerra contra el narco" sirvió también como un acto de reafirmación de poder.
 
Hoy, casi dos décadas después, el saldo es aterrador. Más de 400 mil muertos y más de 125 mil desaparecidos, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas al 31 de diciembre del 2024. De ese total, el 90% desapareció desde 2006, y más de 60 mil personas se perdieron desde 2019. A la par, la impunidad sigue siendo el sello de esta tragedia, según datos del Inegi, el 93% de los delitos en México no se denuncian o no se investigan.
 
En este escenario postapocalíptico de una guerra absurda, las autoridades, en su mayoría cómplices u omisas, gozan de protección y fuero, permitiéndose el cinismo de culpar a otras instancias, sean locales o federales. Nadie acompaña realmente a las familias víctimas de estas desapariciones y asesinatos. Los gobernadores culpan a la federación de las múltiples fosas clandestinas que aparecen por todo el país, sin asumir a cabalidad su responsabilidad en la prevención y persecución del delito. Y mientras tanto, hablar y criticar el accionar del crimen organizado o de las autoridades omisas se convierte en un deporte de alto riesgo para periodistas, activistas o ciudadanos que se atreven a denunciar.
 
Pero si bien esta coyuntura permite a los cárteles operar con total impunidad, hay un aspecto que poco se menciona, el reclutamiento de "carne de cañón". Como verdaderos “headhunters”, los grupos criminales ofrecen dinero fácil y algo aún más valioso para muchos jóvenes, pertenencia y respeto, aunque sea a través de la violencia. Es un fenómeno devastador que ha cobrado la vida de miles, convirtiéndolos en una simple estadística.
 
¿Qué hemos dejado de hacer como sociedad? Sin eximir a las autoridades de su responsabilidad, es evidente que algo hemos perdido en el camino. ¿Por qué tantos jóvenes prefieren el albur de vivir unos pocos años con la esperanza de que, al menos, alguien les escriba un corrido tumbado?
 
Hoy, con el trío de pirómanos que gobiernan el país más poderoso del mundo (o al menos el que más consume y que tiene la máquina de imprimir dólares), la guerra contra el narco parece tomar otro rumbo. En su afán de revancha contra la ideología "woke" y de golpes espectaculares, sin atender las raíces de sus problemas, como el consumo de drogas en su país, el gobierno estadounidense ha declarado a los cárteles mexicanos como enemigos y terroristas, insinuando la posibilidad de una intervención armada.
 
Pero más allá de la política internacional, la pregunta central sigue siendo: ¿Cómo desmembrar la complicidad institucional y el descaro de una clase política que ha claudicado ante el crimen organizado? ¿Cómo exigir a los empresarios que dejen de blanquear fortunas de dudoso origen? ¿Cómo recuperar el sueño de los niños y jóvenes de ser astronautas, médicos o futbolistas (y no políticos oportunistas, aclaro)?
 
Muchas preguntas y pocas respuestas. Pero al final, todo se reduce a una decisión colectiva. ¿Qué legado queremos dejar? ¿Cómo alejarnos del hedonismo instantáneo y del materialismo exacerbado para regresar a lo esencial: la familia, la paz, el hogar? Como bien lo decía Benito Juárez, "el respeto al derecho ajeno es la paz". Tal vez ahí radique la clave, en recuperar la dignidad y la justicia, en dejar de admirar a quienes, sin escrúpulos, envenenan a nuestros jóvenes con promesas vacías y los condenan a una vida efímera, alcoholizados y aturdidos por la drogas incluyendo la del like.
 
En muchas ciudades medias de México, las riñas campales en los barrios bravos o populares crecen, y nuestras autoridades, sin estrategia, solo atinan a imitar al dictador centroamericano que encarcela pandilleros al por mayor. Es urgente una intervención social de gran calado, algo más allá del trillado discurso del "tejido social". Porque al final, la pregunta sigue siendo la misma: ¿Quién o qué se está robando a nuestros jóvenes y sus sueños de cambiar el mundo para bien, por tan solo un millón de likes y un corrido tumbado?
 
“La violencia no es solo el resultado de la impunidad, sino también su causa": Eduardo Galeano