Martes 15 de Abril de 2025 | Aguascalientes.

HIERVE EL AGUA

Socorro Ramírez O | 25/03/2025 | 11:25

Un milagro brilla en tu mirar
 
Los ojos de Luis Donaldo Colosio tenían un BRILLO muy especial y su mirada era cálida.
 
Cuando Luis Donaldo Colosio te miraba, parecía que el tiempo se detenía. Te miraba con toda su atención. En esos segundos parecía que eras la persona más importante presente en ese lugar.
 
Luis Donaldo tenía una voz grave, profunda y difícilmente se le borraba la sonrisa.
 
Era un tipo taquero. Le encantaba detenerse en los puestos semifijos, para pedir su buena orden de tacos calientitos. Como buen sonorense era un gran carnívoro.
 
No era muy alto, ni tenía cuerpazo. El pelo ensortijado se le despeinaba con facilidad, en lo particular no me parecía guapo, aunque a mi alrededor escuchaba a las mujeres suspirar por él. ¿Qué le ven?, me preguntaba yo, que sólo era una escuálida veinteañera, llena de la soberbia juvenil. 
 
Colosio tenía una relación muy especial con las y los chavos; quizá por su propia juventud. Donaldo estaba en sus cuarenta; no tenía que esforzarse para entenderse con veinte y treintañeros. 
 
Fue por esa extraordinaria relación que Colosio establecía con los jóvenes, que tuve la oportunidad de tratarlo en repetidas ocasiones. Me identificaba y se sabía mi nombre, como pasaba con muchos jóvenes pues, nos tomaba en serio y nos lo demostraba con atenciones. Cuando me veía, se comportaba como si fuéramos amigos de toda la vida. Esa era su magia, ese era su trato. Luis Donaldo Colosio te distinguía de entre la multitud, te segmentaba y te hacía sentir especial, ÚNICO. 
 
Luis Donaldo Colosio era un cuate relajado, DEMASIADO confiado, que se sentía cómodo entre el gentío. Metido en medio de las masas, sólo sonreía y se dejaba llevar. Entonces no había celulares con cámaras en todas las manos y por supuesto, nadie buscaba tomarse la selfie con él, así que las personas a su alrededor querían tocarlo, para tener algo que fijar en la memoria sensorial.
 
Las balas del odio
 
“Las balas del odio, del rencor y de la cobardía interrumpieron la vida de Luis Donaldo... Él quería un México más justo. Le ofendía y le lastimaba la pobreza. Creía que los abismos de desigualdad dividen a la nación... Él creyó que tenía las respuestas para esta nación con hambre y sed de justicia... Por eso él quería ser presidente de México... Luis Donaldo quería un futuro de paz y concordia. Quería un solo México. Sin divisiones, sin violencia, sin rencores entre hermanos”. Son las palabras que pronunció Diana Laura Riojas, en el sepelio de Luis Donaldo, su amado esposo. Ocho meses después se uniría a él en un viaje eterno.
 
El Colosio que llevamos dentro
 
Estas líneas no son un homenaje; no son una remembranza, ni un “in memoriam”. 
 
Esto no es un espacio para la nostalgia, ni un momento para lágrimas derramadas.
 
Estas palabras sólo intentan dar cuenta del ser humano cálido, sensible y comprometido que alguna vez lideró el sueño de TODA una NACIÓN.
 
Nada hay que no se hubiera escrito o dicho ya, treinta y un años después del magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta, por ello hoy sólo deseo que ustedes imaginen el brillo en esa mirada. Sólo deseo que, por un momento, se sientan la persona más importante del mundo, porque así era como Donaldo hacía sentir a muchos. Sólo deseo que imaginen escuchar su voz grave y profunda, hablando de un México mejor, de un México UNIDO, del México que ustedes, y yo, y TODOS nos MERECEMOS. 
 
En esta redacción, tenemos la esperanza de que en cada una y cada uno de nosotros, viva una o un Colosio. Tenemos fe en que el humanismo rebase nuestra ambición o nuestra comodidad personal. Esperamos que Luis Donaldo nos habite, y nos mueva para construir el México que él soñó para nosotros. 
 
Nada es verdad y nada es mentira, queda a su criterio, lo que esta redacción escriba.