La diplomacia tiene muchas formas de expresarse. En los tiempos que corren se ha hablado del uso de las nuevas tecnologías y formas de comunicación para llevar el mensaje a sus receptores. En el caso de Estados Unidos, la evolución del uso de dichas tecnologías por parte de los presidentes para temas diplomáticos ha sido muy interesante.
Ya no solamente los viajes, las declaraciones, las cartas serían los medios más utilizados para adelantar posturas y propuestas en temas internacionales, si no que, desde tiempos de Obama, el uso del blackberry o los correos electrónicos se volvieron instrumentos importantes, que permitían que el mensaje llegará más rápido a quién tenía que llegar.
Con la llegada de Trump a la presidencia en 2016, se pone de moda en el país una innovadora manera de hacer diplomacia, la diplomacia digital, muy utilizada por el presidente para decirle al mundo lo que quería o lo que haría. La lamada tuitdiplomacia (término acuñado desde 2011 por Chu Wang quién lanzaba la pregunta muy interesante de si se debía encontrar la forma de evitar que las guerras en la plataforma pasaran a ser enfrentamientos reales) fue la manera como el mandatario lanzaba verdaderos obuses que ponían a temblar a propios y extraños.
Parecería que en está administración Trump 2.0, el método con el que el presidente instrumentaliza y fortalece su capacidad diplomática es una combinación de mensajes en su plataforma Truth Social (que también se publican en X), con ruedas de prensa, visitas de diferentes líderes a la Casa Blanca y sobre todo con llamadas telefónicas.
En el caso de la invasión de Rusia a Ucrania, el teléfono ha sido uno de los medios favoritos para comunicarse, sobre todo con el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin. Con él, vía el teléfono rojo, reliquia de la guerra fría, Trump buscó en días recientes convencerlo de una tregua en su conflicto con Ucrania. El resultado de esa diplomacia telefónica fue más beneficiosa para Putin, que para el propio Trump y en mucho menor medida para el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.
Trump quería una tregua de 30 días sin condiciones en todos los frentes y lo que se acordó fue una tregua de 30 días en las que Rusia no atacará la infraestructura energética de Ucrania, esto es, no atacará las redes eléctricas, ni el suministro de agua.
Las diferencias en las transcripciones de lo que se habló son interesantes. Mientras Estados Unidos asegura que le propuso al ruso un posible alto al fuego en el mar negro, un posible alto al fuego total y una paz permanente, la de Rusia menciona los 30 días, pero no de tregua total, sino solamente para detener los ataques a dicha infraestructura energética. (A lo que correspondió una orden inmediata del presidente ruso a sus militares para que se detuvieran los ataques). El comunicado parece darle más importancia a un acuerdo para la organización de partidos de hockey entre Rusia y Estados Unidos. ¿Será que veremos ahora la inauguración de la diplomacia del hockey?
Donald Trump en su función de “mediador” del conflicto, buscó al día siguiente de la llamada con Putin al presidente ucraniano, también por teléfono, aunque no rojo. La llamada era importante ya que la entrevista entre ambos en la Casa Blanca fue fallida.
El resultado de la conversación, de acuerdo con la transcripción de la llamada hecha por el departamento de Estado, fue un avance significativo que pone al conflicto en ruta para llegar al final y encontrar una solución pacífica. En dicha declaración hay elementos interesantes, tanto de lo que informó Trump a Zelensky de su llamada con Putin, como de la solución de problemas a la Trump Inc.
En una parte de la nota oficial, además del mencionado cese al fuego energético y constantes referencias a lo agradecido que estuvo el ucraniano con la intermediación del americano, Trump le puso sobre la mesa el tema de las plantas nucleares y eléctricas que tiene Ucrania, sugiriendo que: “esas plantas podían ser más productivas con su electricidad y experiencia técnica. La propiedad americana de esas plantas serían la mejor protección para la infraestructura energética ucraniana”. El comunicado no especifica que plantas, pero con ese mensaje, Trump les da la vuelta a las críticas vertidas en la opinión pública de su país, en el sentido que, tras la llamada de 90 minutos con Putin, la percepción era que el ruso había manejado al americano a su antojo.
Las plantas nucleares ucranianas son un tema muy sensible para Rusia, para Ucrania y para Europa. Tomemos como ejemplo la de Zaporiyia, un objetivo ruso desde el inicio del conflicto. Zaporiya es la central nuclear más grande de Europa, que está bajo control ruso desde 2022. Es inimaginable una adquisición americana en estas circunstancias y seguramente no fue algo que Trump le dijera a Putin. De todas maneras, el planteamiento es oficial, lo que demuestra una vez más, que las verdaderas intenciones del presidente Trump, quien no da paso sin guarache, siempre, siempre son anteponer el negocio a lo humanitario.