Avanzamos dentro de nuestro itinerario cuaresmal y este domingo me gustaría pensar en otra actitud a la cual nos invita el Evangelio a poner en práctica durante este tiempo especial de gracia.
Jesús nos invita en el Evangelio a la vivencia de la caridad, pero desde la discreción. Desde la lógica de Jesús no hace falta anunciarlo “con trompeta”. Para Jesús: “la mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha”. La vivencia de la caridad es una oportunidad para salir de nosotros mismos, para abrir horizontes, extender la mirada y reconocer que en nadie es tan pobre que no pueda dar o mejor dicho darse a los demás.
Estamos acostumbrados a reducir la caridad al ámbito material, pareciera que la caridad se puede limitar únicamente al plano asistencial. Sin embargo, desde el Evangelio podemos comprender que la caridad es una dimensión mucho más amplia que nos invita a reconocer en el otro un don de Dios. Jesús mismo nos dio ejemplo de esto, pienso en los encuentros que Él tuvo con tantas personas, de estos encuentros nos dan testimonio el evangelio. Me viene a la mente el encuentro con la mujer pecadora, la de ella es la historia de una mujer condenada en vida, según la ley observada por los judíos ella merecía ser lapidada. Sin embargo, Jesús quiso encontrarse con ella, estoy convencido que la mirada de Jesús fue distinta a la mirada de los demás. En Jesús aquella mujer encontró compasión, escucha y misericordia.
Al ser la limosna una oportunidad para salir de nosotros mismos, debemos reconocer que somos capaces de vivir la caridad también en la medida en la que nos convertimos en personas que escuchamos a los demás y somos capaces de acompañarlos en sus dramas y situaciones de la vida, no al estilo de jueces sino con el estilo de un peregrino de la vida. Hoy tenemos mucha necesidad de que se nos escuche, cuanto bien podemos hacer a los demás si nos mostramos personas atentas a la escucha. Escuchar es una acción compleja en la que no está implicado únicamente el oído sino todo nuestro ser, tal vez por eso sea tan complicado poner sobre la mesa el tema de la escucha como una manera de ejercer la caridad, pues esta acción necesariamente implica el salir de nosotros mismos, comprender que no todo gira entorno de nosotros. Pensar y hacer algo concreto por el prójimo huyendo así de la tentación de pasar de largo frente al otro.
Estoy convencido que no necesitamos buscar a quien ayudar, a un lado de nosotros siempre hay alguien que necesita de nosotros, en algunos casos es nuestro propio yo quien necesita de nosotros, de nuestro perdón y reconciliación.
Estimados lectores: animémonos todos nosotros a vivir este aspecto al que nos invita la Cuaresma, no dejemos pasar la oportunidad de encontrarnos con Cristo en el otro.