En nuestra querida Aguitas, donde las tradiciones pesan más que el concreto del “cero baches”, las autordiades locales han decidido esperar para limpiar “La Exedra”. Ocho días, exactamente, es el tiempo que han determinado para dejar expuestos carteles que, sin prueba alguna, denuncian a varios hombres y a un sacerdote católico. ¿Por qué ocho días? Nadie lo sabe, pero los estrategas del poder nunca mueven fichas sin razón.
Curiosamente, este linchamiento público coincide con otro golpe quirúrgico, loque parecio una celada mediática contra el obispo durante la inauguración de la Casa Oasis para enfermos terminales. Un evento que debía ser símbolo de compasión y humanidad se convirtió en una trampa perfecta, diseñada con la precisión de quien quiere erosionar la credibilidad de la Iglesia. ¿Coincidencia? Solo los ingenuos creen en coincidencias cuando el poder juega al ajedrez con la fe.
El gobierno, que presume de su laicismo cuando le conviene, permite que la difamación se imponga sobre la justicia. ¿Quién filtró los datos de la investigación?, se preguntan algunos. Y es que no se trata solo de dejar los carteles, sino del mensaje que envían: “Podemos destruir reputaciones sin pruebas, y lo haremos con impunidad”. Mientras tanto, cuando la crítica apunta hacia sus propias filas, el aparato gubernamental local o federal, se transforma en un muro de censura y desinformación.
Lo más llamativo es que estos ataques parecen dirigidos con precisión contra aquellos que representan un obstáculo ideológico. Un “tendedero” con varios señalados sin pruebas y un obispo expuesto en una encerrona mediática.
¿Así se teje la telaraña del poder en Aguascalientes? Silencios estratégicos, permisividad selectiva y golpes quirúrgicos disfrazados de casualidad. ¿Desorden o una jugada meticulosamente planeada? ¿Quién mueve las piezas? ¿Serán aquellos que saben que el control no se impone con fuerza bruta, sino con narrativas cuidadosamente construidas?
Que Dios nos ampare.
Hasta aquí subió la roca…