En nuestro querido Agüitas, hay un comunicador que jura que su micrófono es oráculo y su palabra, ley. Narra la realidad con la misma objetividad que un aficionado hablando de su equipo: sesgado, apasionado y despechado.
Asegura recibir órdenes de "arriba", pero su GPS solo llega a Rincón de Romos. Primero fue priista de hueso colorado(y hasta vocero), pero luego mordió la mano que le dio de comer. Hoy lo protege una "flor de sexenio", mientras su discurso sigue siendo una mezcla entre radionovela y telenovela. Se cree Armando Guzmán, pero actúa como extra de talk show.
Dicen que ya hasta le preparan una demanda por extorsión. ¿Lo salvarán desde "arriba" o esta vez tendrá que enfrentar la realidad sin su libreto de víctima profesional?
Y hablando de desapariciones misteriosas, los cartelones de funcionarios públicos del tendedero de deudores del 8M volaron más rápido que las promesas de campaña. Magia exprés para limpiar imagen.
Mientras tanto, en la escasez de cuadros azules, un ajonjolí de todos los moles… menos del que cobra ya sueña con la alcaldía. Dicen que si es mujer, todos cerrarían filas con Pulgarcita; además, el rockstar de un patronato tiene tiempo de esperar a la edad de Biden para buscar su oportunidad.
Y en temas judiciales, un ex del Tribunal Electoral anda más inquieto que abogado sin cédula. Antes despachaba con comodidad, pero ahora la reforma lo tiene en ascuas. Ruega y merodea por la casa de los Rincón Gallardo, buscando que le hagan el favorcito de esquivar la Constitución y volver a un cargo público. Curioso, porque quiere ser magistrado aunque ni la computadora sabe encender. ¿Se le hará el milagro o se le acaba la suerte?
