La educación es la columna vertebral de cualquier nación. En México, más allá de ser un instrumento de transmisión de conocimientos, ha sido históricamente un terreno de disputa ideológica, donde los planes de estudio, los libros de texto y las políticas educativas han reflejado las tendencias del poder en turno. Esto nos lleva a cuestionarnos: ¿estamos formando ciudadanos con pensamiento crítico o moldeando mentes bajo una única narrativa?
El propósito de la educación debería ser dotar a los estudiantes de herramientas para analizar, cuestionar y construir sus propias ideas, basadas en la evidencia y el diálogo. Sin embargo, cuando el aula se convierte en un espacio donde prevalece una visión única, se corre el riesgo de sustituir la enseñanza por el adoctrinamiento. En ese contexto, los docentes enfrentan el reto de equilibrar su labor pedagógica con las directrices oficiales, sin caer en la imposición de ideologías que limiten la libertad de pensamiento de sus alumnos.
El debate sobre la ideologización en la educación mexicana no es nuevo. Desde la educación socialista de los años 30 hasta las reformas recientes, hemos visto cómo los contenidos curriculares han sido objeto de cambios que, más allá de mejorar la calidad educativa, a veces parecen responder a intereses políticos. La pregunta sigue vigente: ¿es posible una educación libre de sesgos?
La respuesta radica en la pluralidad. Una educación de calidad no es aquella que impone una única perspectiva, sino aquella que abre puertas al debate, que expone diferentes enfoques y permite a los estudiantes desarrollar su propio criterio. Para lograrlo, es fundamental la participación de docentes preparados, padres informados y una sociedad vigilante que exija planes de estudio enfocados en la verdad y el análisis objetivo, no en la propaganda.
El futuro de México depende de las generaciones que hoy se están formando en las aulas. ¿Queremos ciudadanos con pensamiento crítico y herramientas para transformar su entorno, o individuos programados para repetir discursos sin cuestionarlos? La educación debe ser el puente hacia el conocimiento, no una herramienta de control ideológico. La escuela debe enseñar a pensar, no a obedecer.
Ahora bien pasemos a datos duros
Cobertura Educativa:
México ha logrado una cobertura casi universal en educación primaria. En 2020, la asistencia escolar de niñas y niños de 6 a 11 años fue del 98.4%, y para el grupo de 12 a 14 años, la tasa fue del 92.8%. A nivel regional, América Latina ha alcanzado tasas de cobertura muy altas en las primeras dos décadas del siglo XXI, con un 93.2% en la secundaria baja y un 78.7% en la secundaria alta en 2020.
Aprovechamiento Académico:
Los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) de 2022 muestran que México obtuvo puntajes de 415 en lectura, 395 en matemáticas y 410 en ciencias. Estos resultados son inferiores a los de países como Chile, que alcanzó 448 en lectura, 412 en matemáticas y 444 en ciencias. Esto indica que, aunque la cobertura es alta, existen desafíos en términos de calidad y aprovechamiento académico.
La deserción escolar es una problemática significativa en la región. En América Latina, cerca del 37% de los adolescentes entre 15 y 19 años abandonan la escuela a lo largo del ciclo escolar, y casi la mitad lo hace antes de completar la educación primaria. En México, el abandono escolar en educación secundaria fue del 2.7% en el ciclo escolar 2022-2023, lo que representa una disminución del 1.5% respecto al ciclo 2019-2020.
En resumen, México ha logrado avances significativos en la cobertura de la educación básica, similar a otros países de América Latina. Sin embargo, persisten desafíos en el aprovechamiento académico y la deserción escolar, áreas que requieren atención para mejorar la calidad educativa y la retención de los estudiantes en el sistema educativo.
Se ha logrado una cobertura casi universal en educación primaria. En 2020, la asistencia escolar de niñas y niños de 6 a 11 años fue del 98.4%, y para el grupo de 12 a 14 años, la tasa fue del 92.8%. A nivel regional, América Latina ha alcanzado tasas de cobertura muy altas en las primeras dos décadas del siglo XXI, con un 93.2% en la secundaria baja y un 78.7% en la secundaria alta en 2020.
A manera de conclusión reflexiva: México se encuentra en una encrucijada educativa: o formamos ciudadanos libres y pensantes, o permitimos que la escuela se convierta en una trinchera ideológica donde se moldea la mente de las nuevas generaciones al servicio de intereses ajenos al verdadero aprendizaje. La educación no debe ser una herramienta de manipulación, sino un espacio de libertad, de cuestionamiento y de construcción del pensamiento crítico.
Un país que no enseña a sus niños a pensar está condenado a repetir su historia, una donde el dogma reemplaza el conocimiento y la obediencia ciega suplanta el razonamiento. No podemos permitir que la educación se reduzca a un instrumento de control. Si queremos un México con ciudadanos críticos, informados y capaces de tomar decisiones por sí mismos, debemos exigir que la escuela forme seres humanos con criterio propio, no militantes de una causa impuesta.
La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo, pero solo cuando es libre, plural y auténtica. Si no defendemos hoy el derecho de nuestros niños y jóvenes a una educación sin sesgos, mañana nos lamentaremos al ver generaciones sin capacidad de discernimiento, repitiendo discursos sin comprender su significado.
Es momento de alzar la voz, de cuestionar, de exigir que la educación en México sea un pilar de desarrollo y no un medio de adoctrinamiento. La escuela debe encender la chispa del pensamiento, no apagarla.
La pregunta sigue en el aire: ¿formamos ciudadanos o adoctrinamos mentes? La respuesta la construiremos juntos.