Recientemente escuché una frase que dice: “los sacerdotes corremos el riesgo de ser personas bien alimentadas pero con un corazón muerto”. Sin duda que lo anterior es una expresión dura, pero real. Lo cierto es que la frase se puede aplicar a buena cantidad de cristianos que domingo a domingo acuden a la Iglesia a celebrar la santa misa.Pero, ¿qué es lo que hace que el corazón de un creyente se convierta en un corazón muerto? Al tratar de responder esta cuestión me viene a la mente la parábola del Buen Samaritano contada por san Lucas en su evangelio. El evangelio de san Lucas es un texto que posee características muy especiales pues a lo largo de sus páginas el autor sagrado nos relata aspectos de suma ternura como algunos rasgos de Jesús niño así como las parábolas de la misericordia contenidas en el capítulo 15.Desde san Lucas, podemos decir que la muerte del corazón va muy de la mano con la indiferencia ante la realidad del prójimo. Con mucha facilidad así como lo relata en la parábola del Buen Samaritano pasamos de largo frente al drama del ser humano. Nos hemos acostumbrado a ver a las personas sufrir y atravesar situaciones complicadas. Cierto es que no podemos asumir el dolor ni el drama de todos, pero lo preocupante es cuando ni siquiera somos capaces de conmovernos frente al drama del más cercano. El texto del evangelio de Lucas dice que pasaron de largo el sacerdote y el levita dejando tirado al hombre que yacía a la orilla del camino. Tanto el sacerdote como el levita sin duda que eran personas cercanas al ambiente religioso del tiempo, tal vez ellas hablaban de la importancia de vivir de acuerdo a los preceptos de la ley, pero les sucedió como a muchos de nosotros: enfrentarse a la situación de la facilidad de hablar de cumplir los preceptos de la religión los cuales desde un punto demasiado legista nos convierten en “buenos cristianos”El texto de san Lucas nos dice que fue un samaritano quien se detuvo y ayudó a ese hombre que había corrido con la mala suerte de haber sido asaltado durante su trayecto. Llama la atención que haya sido un samaritano el que es puesto de ejemplo por Jesús, pues recordemos que los samaritanos eran personas no aceptadas por los judíos sobre todo por un conflicto de carácter político-religioso que hizo posible la división del reino del norte y del sur.Endurecer el corazón es sencillo cuando nos olvidamos del otro, cuando somos incapaces de darnos cuenta que todos somos miembros de una única familia: la de los hijos de Dios. No permitamos que en medio del ir y venir de todos los días la indiferencia toque la puerta de nuestra vida. El papa Benedicto XVI nos recuerda en Spe salvi 48: “Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en la que pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa mi vida entra en la de los demás, tanto en el bien como en el mal”Estimados lectores: estemos atentos para analizar nuestro corazón, combatamos la indiferencia con la cercanía hagámonos promotores de la cultura del encuentro al estilo de Jesús.