Aranceles por aquí, aranceles por allá. Desde la noche del 20 de enero, en medio de las celebraciones por la investidura de Donald Trump como el presidente número 47 de Estados Unidos, se han lanzado amenazas, críticas, señalado fechas fatales para que ocurra tal o cual cosa, y se ha jugado con la estabilidad de las economías a nivel mundial. Pero lo que parece ser una estrategia de presión está llevando a la confusión. Especialmente en México, experimentamos un nerviosismo que se desató a finales de enero, y en esta última semana de febrero la incertidumbre reina. Nadie sabe realmente cuándo ni cómo se implementarán los aranceles que Trump promete cada vez que se siente acorralado.
Trump ha sabido utilizar los aranceles como una herramienta para presionar, chantajear y, sobre todo, para posicionarse como el gran negociador en la escena global. Desde su llegada a la Casa Blanca, los aranceles han sido parte integral de su estrategia económica, una táctica que no solo busca una ventaja financiera para Estados Unidos, sino también una reconfiguración del orden global. Cada vez que Trump suelta una amenaza sobre la mesa, los mercados financieros responden con caídas, fluctuaciones y un aumento en la incertidumbre.
Cierto es que a poco más de un mes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, su estrategia parece estar clara: se trata de mantener la presión hasta conseguir lo que quiere. Un acuerdo, una ventaja, una concesión. Al grado de que los mercados financieros ya no parecen caer en el juego, las amenazas arancelarias hoy son recibidas con escepticismo. Los inversionistas parecen ya tener medidas las jugadas políticas, pero eso no significa que la economía mexicana esté completamente blindada ante los efectos secundarios de un golpe arancelario.
En este contexto de tensiones políticas y económicas, la presidenta Claudia Sheinbaum ha enfatizado sobre la importancia de mantener la calma y actuar con cabeza fría. “Mantener la calma no significa ser pasivos, sino actuar con inteligencia y firmeza”. Este llamado, más que una simple declaración, ha representado una postura estratégica para salvaguardar la estabilidad económica del país, la cual se ha basado en evitar el escalamiento de conflictos mientras se fortalecen las negociaciones bilaterales.
El desafío para México en estas semanas de “gracia” otorgada por la administración de Trump ha radicado en su capacidad para gestionar la inestabilidad que ha traído el uso de los aranceles como arma de negociación. El enfoque pragmático de la presidenta y de su gabinete ha hecho que se tome en serio cualquier nivel de amenaza, no se confían ni desperdician un solo segundo. Porque si no es el 1 de marzo, puede ser mañana, o en una semana o más tarde. Se está recurriendo e implementando todo aquello que permita mantener una postura firme en defensa de intereses comerciales nacionales.
No hay tiempo que perder ni coyuntura que desaprovechar. La gran apuesta para disminuir los riesgos que representa la excesiva dependencia comercial bilateral con Estados Unidos y posicionar a México como jugador en la cadena de suministro global radica en la implementación de una estrategia sólida de diversificación de mercados y relaciones comerciales. El fortalecimiento de la industria y mercado interno, a través de políticas públicas orientadas a fomentar la innovación, la productividad y la competitividad.
