Presidenta de la ONG MUJERES JEFAS DE FAMILIA
La migración mexicana hacia Estados Unidos ha sido históricamente un fenómeno que trasciende las fronteras geográficas, pero sus consecuencias más profundas se manifiestan en el tejido familiar.
Detrás de las remesas y la búsqueda del “sueño americano”, existe una realidad dolorosa: el abandono familiar. Muchos hombres que emigran dejan atrás a sus esposas e hijos en México con la promesa de regresar o al menos sostenerlos económicamente. Pero, con el tiempo, algunos inician nuevas relaciones en EE.UU., formando una segunda familia y dejando a la primera en el olvido, ya que el distanciamiento físico evoluciona gradualmente hacia un abandono total.
Este fenómeno del abandono se agrava cuando la deportación irrumpe en la vida del migrante. Al ser expulsado, se rompe su vínculo con la familia estadounidense y, en muchos casos, su regreso a México no significa la recuperación de la familia que dejó atrás. Esto genera un doble abandono que afecta profundamente a las mujeres y los hijos en ambas realidades.
Las estadísticas son considerables: según estudios recientes del Colegio de México, aproximadamente el 35% de los migrantes mexicanos casados reducen significativamente o cortan por completo la comunicación con sus familias después de tres años en Estados Unidos; con ello las mujeres en México suelen asumir la carga total del hogar, con la esperanza de que los envíos de dinero alivien la situación. Sin embargo, en la mayoría de las veces esos recursos dejan de llegar cuando el migrante decide establecerse en EE.UU. con otra pareja. Las llamadas se reducen, el compromiso se diluye y, eventualmente, la familia original queda sola, convirtiendo a la mujer en jefa de familia abandonada.
Para muchas mujeres jefas de familia, esto representa una cuádruple lucha: criar solas a sus hijos, atender un hogar, trabajar para el sostenimiento y enfrentar el estigma social de ser “abandonadas”. Cuando no se cuenta con una red de apoyo y los recursos son limitados, muchas de ellas se ven forzadas a buscar empleos informales, depender de la ayuda familiar o aceptar otro hombre para obtener un apoyo económico, que si bien les va, el resultado puede ser exitoso, pero muchas de las veces es desastroso y el impacto en los hijos y ellas es devastador.
Cuando un migrante que ha formado una segunda familia en EE.UU. es deportado, pierde el contacto con su pareja e hijos estadounidenses, quienes en muchos casos quedan en situación de vulnerabilidad. La deportación no solo es una separación física, sino también legal: muchos padres quedan imposibilitados para regresar y mantener la relación con sus hijos.
La deportación añade una capa adicional de complejidad a esta problemática. Cuando ocurre, el migrante no solo debe enfrentar el retorno forzado a México, sino que también abandona involuntariamente a su familia en Estados Unidos.
El retorno a México tampoco garantiza la reunificación con su primera familia.
Después de años de ausencia es común que la expareja y los hijos ya no lo reconozcan como parte de su vida. La familia mexicana, que alguna vez esperó su regreso, ahora enfrenta la llegada de un extraño que, en muchos casos, ya no es bienvenido.
Muchos hombres justifican el abandono de su familia en México argumentando que las circunstancias los obligaron: la soledad, la estabilidad emocional o incluso solucionar su status migratorio, pero esto no los exime de sus responsabilidades legales y morales.
El doble abandono impacta de forma devastadora en las familias. La carga económica y emocional recae principalmente en las mujeres, quienes deben hacerse responsables del sustento y la crianza sin apoyo del padre.
Para los hijos, la ausencia paterna deja heridas profundas: baja autoestima, inseguridad y, en muchos casos, la repetición del ciclo de abandono cuando ellos forman sus propias familias. En EE.UU., los niños de padres deportados pueden enfrentar problemas legales y de estatus migratorio, además del trauma de perder de un día para otro a su figura paterna.
Las políticas migratorias de EE.UU. endurecen la vida de los deportados, pero no contemplan el impacto que esto tiene en las familias que dejan atrás. En México, no existen mecanismos efectivos para garantizar que los migrantes deportados asuman la responsabilidad con sus hijos y las mujeres, como en muchas otras problemáticas sociales, terminan siendo el sostén de la familia sin reconocimiento ni apoyo. Este fenómeno refuerza la feminización de la pobreza y la sobrecarga de trabajo no remunerado en las madres jefas de familia.
Quizá ellos no se pongan a pensar en las múltiples consecuencias de sus acciones ante una posible (hoy inminente) deportación:
Familias divididas en ambos lados de la frontera.
Responsabilidades económicas incumplidas en dos hogares.
Traumas psicológicos en todos los involucrados.
Complicaciones legales en ambos países.
La realidad es que existe un vacío legal importante en cuanto a la responsabilidad familiar transnacional. Aunque hay mecanismos para exigir la manutención internacional, en la práctica son difíciles de ejecutar.
Para mitigar las dolosas consecuencias de este doble abandono, desde la ONG de MUJERES JEFAS DE FAMILIA A.C. que me honro en presidir, me permito hacer un señalamiento urgente para que desde el gobierno se trabaje para implementar medidas que protejan a las familias afectadas:
1. Registro de paternidad y responsabilidad económica: Implementar mecanismos para que los migrantes, incluso desde EE.UU., no puedan desligarse de sus obligaciones con sus hijos en México.
2. Programas de apoyo a mujeres jefas de familia: Crear redes de apoyo financiero, legal y psicoemocional para aquellas que han sido abandonadas.
3. Acceso a la identidad y derechos de los hijos de migrantes: Asegurar que los niños nacidos en EE.UU. de padres deportados puedan acceder a la doble nacionalidad y a mecanismos de reunificación familiar.
4. Estrategias de reinserción para deportados: Fomentar programas de empleo y apoyo emocional para que los migrantes deportados puedan reconstruir sus relaciones familiares en México.
Definitivamente la solución a esta problemática requiere un enfoque multidimensional que también deberá incluir:
1. Fortalecimiento de los marcos legales binacionales para proteger a las familias.
2. Programas de apoyo psicológico para todas las partes afectadas.
3. Políticas públicas que faciliten la reunificación familiar cuando sea posible.
4. Campañas de concientización sobre las responsabilidades familiares.
El fenómeno del doble abandono no es solo un tema de migración, sino una crisis social que deja a miles de mujeres y niños en el desamparo. Es momento de exigir políticas públicas que respondan a esta realidad y de generar conciencia sobre el papel de la responsabilidad paterna en ambos lados de la frontera.
En esta intersección entre género, migración y familias, el doble abandono familiar en el contexto de la migración México-Estados Unidos es un fenómeno que demanda mayor atención y acciones concretas. Las cicatrices emocionales y sociales que deja en las familias de ambos países son profundas y duraderas. Es momento de que la sociedad y las instituciones reconozcan la magnitud de esta crisis y trabajemos en soluciones efectivas que protejan el bienestar de todas las familias afectadas.