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De Bukele a Trump… La deriva autocrática

Ricardo Heredia Duarte | 28/01/2025 | 12:38

En un país como México, donde la inseguridad ciudadana sigue siendo una de las principales preocupaciones, resulta preocupante observar el auge de simpatías por medidas autoritarias que ignoran el estado de derecho y la presunción de inocencia. En este contexto, han surgido voces que no solo aplauden, sino que incluso solicitan a Mr. Trump que intervenga militarmente en México. Estas posturas simplifican la complejidad del problema al proponer que, mediante un ataque de misiles o una acción militar fulminante, se elimine de un golpe a los responsables de los delitos de alto impacto, principalmente relacionados con el narcotráfico y el robo de combustible.
 
¿El costo? La soberanía nacional, los derechos civiles y humanos, y la vida de inocentes como daños colaterales, parecen irrelevantes ante la desesperación por "evaporar" a los mal llamados malos. Esta narrativa alimenta la idea falaz de que basta con firmar órdenes ejecutivas desde el Salón Oval de la Casa Blanca para resolver problemas complejos. Como diría Javi Noble: ¡Saz! Se acabaron los malos y los humanos que gustan de consumir drogas.
 
Sin embargo, el tráfico de personas, sustancias ilícitas y mercancías ha sido una constante histórica de la humanidad, con bordes inhumanos donde lo único que importa es la acumulación de riqueza y poder por unos cuantos. Ejemplo de ello es la "Guerra del Opio" del siglo XIX, monopolizada por la Compañía Británica de Bengala y la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Esta guerra sumió a China en su mayor decadencia histórica, de la cual solo logró salir con la llegada de Mao Zedong y sus severas medidas autoritarias. Irónicamente, estas compañías prosperaron y se transformaron en instituciones financieras globales.
 
Hoy, México vive una versión moderna de esta tragedia. Desde que Nixon declaró la "Guerra contra las Drogas" en los años 70, el saldo ha sido devastador: según cifras de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, en los últimos años, México ha registrado más de 35 mil homicidios anuales, mientras que un 80% de las armas utilizadas en estos crímenes provienen de Estados Unidos.
 
Añadido a esta crisis, la transformación social impulsada por ideologías globales y agendas como la 2030, han contribuido, de manera inadvertida, a debilitar los lazos familiares y el tejido social.
 
Recientemente, un medio de comunicación divulgó el rumor de que un dron estadounidense habría lanzado misiles sobre supuestos narcolaboratorios en territorio mexicano. Aunque no hubo bajas humanas, de confirmarse, este hecho representaría una transgresión directa al derecho internacional y podría interpretarse como un acto de guerra. ¿Sería posible imaginar un escenario en el que México respondiera lanzando misiles contra las fábricas de armas en Estados Unidos que alimentan nuestra violencia?
 
Trump, en su discurso inaugural, prometió el retorno del sentido común. Sin embargo, las acciones beligerantes, teatrales y paranoicas no son soluciones sensatas ni efectivas. Si realmente se desea erradicar el flagelo de las drogas, el foco debería estar en atacar las estructuras financieras y los beneficiarios de este negocio, no en seguir aumentando el número de muertos.
 
Es crucial que los actores políticos en México asuman su responsabilidad en la reconstrucción del tejido social y político. Gobernadores, alcaldes, fiscales y secretarios de seguridad deben cumplir con los compromisos para los cuales pidieron la confianza ciudadana. Una cosa es simpatizar con una idea política, y otra muy distinta es traicionar a la patria con posturas serviles.
 
Hoy más que nunca, se requiere transversalidad, serenidad y unidad para salir adelante como país. México necesita liderazgos que prioricen la dignidad nacional y la cohesión social por encima de las agendas ajenas y los intereses particulares.
 
“El recurso final del hombre destruido es el delito”: Ugo Foscolo