OnlyFans ha emergido como una alternativa laboral para miles de personas, principalmente mujeres y promete ingresos muy jugosos.
En la última década, pocas plataformas han generado tanto debate en la intersección del trabajo sexual, el feminismo y la economía digital como OnlyFans. Lo que comenzó en 2016 como una red social para creadores de contenido se ha convertido en el epicentro de discusiones sobre autonomía corporal, trabajo sexual y capitalismo digital.
Justo fue durante la pandemia de COVID-19 que la popularidad de OnlyFans, creció de tal manera que evidenció tanto su potencial como sus contradicciones. Mientras algunas personas encontraron en la plataforma una “tabla de salvación económica”, otras fueron motivadas hacia ella por la desesperación financiera. ¿Podemos hablar realmente de empoderamiento económico cuando la "elección" está condicionada por la supervivencia económica?
Si hablamos de intersecciones de género con otras variables sociales, el debate se vuelve mas rico y complejo, porque no es lo mismo ser una creadora de contenido blanca, de clase media-alta, con estudios universitarios y redes de apoyo, que una mujer racializada en situación de precariedad económica. La "libertad de elección" tan celebrada por el discurso liberal se difumina cuando las opciones están limitadas por condiciones estructurales de desigualdad, porque también es necesario cuestionar el papel de la plataforma en la reproducción de estándares estéticos hegemónicos y la mercantilización de la intimidad.
¿Hasta qué punto la "liberación sexual" promovida por OnlyFans está realmente desafiando las estructuras patriarcales? No será que simplemente las reempaquetó en un formato digital más rentable, donde “el chulo, el papi o el padrote” es el máximo ganador de la exposición y renta del cuerpo femenino y de algunos masculinos feminizados.
OnlyFans nos plantea un dilema ético y social que no debemos ignorar. Más allá de los discursos simplistas, debemos cuestionar las condiciones estructurales que empujan a las mujeres hacia espacios de vulnerabilidad económica y emocional, porque para muchas creadoras, el éxito en OnlyFans no solo depende de producir contenido, sino de cumplir con expectativas específicas del público, en su mayoría hombres. Este intercambio está lejos de ser horizontal: quien paga demanda, y quien produce debe responder. Esto puede derivar en dinámicas tanto física como psicológicamente desgastantes: el acoso, la presión constante para "innovar" o aumentar los niveles de exposición personal, y la precariedad de un ingreso que depende de la subjetividad del mercado.
En México la plataforma promete ingresos significativos, pero no hay que olvidar que en este país persiste la desigualdad económica y altos índices de violencia de género.Entonces las mujeres que deciden utilizar esta plataforma no solo enfrentan el riesgo de ser víctimas de violencia digital, sino de ser juzgadas moralmente por una sociedad que aún condena con dureza la autonomía sexual femenina.
En un país que lucha por avanzar en igualdad de género, urge reflexionar sobre cómo crear alternativas económicas y laborales que no estén vinculadas a la explotación, sino al respeto y la dignidad.
¿Es OnlyFans una herramienta de emancipación o una trampa más del sistema? La respuesta, como muchas cuestiones de género, se encuentra en las intersecciones complejas de nuestra sociedad.