Miércoles 5 de Febrero de 2025 | Aguascalientes.

Ser docente universitario en el siglo XXI: Una carrera entre la vocación y el agotamiento

Jorge Antonio Rangel Magdaleno | 03/01/2025 | 17:27

Hablar de la docencia en el nivel superior en los tiempos actuales es entrar en un tema tan complejo como fascinante. Por un lado, tenemos a los profesores, muchas veces sobrecargados de trabajo, no solo con la carga académica, además con una pesada carga administrativa, lidiando con condiciones laborales que a menudo son precarias. Por el otro, a los estudiantes, quienes crecen en un mundo donde la información abunda, pero la atención se fragmenta. ¿Cómo conectamos estos dos mundos sin que uno termine devorando al otro?

En retrospectiva, hace un par de décadas, la mayor distracción en un aula podía ser un alumno enviando un papelito a su compañero. Hoy, el rival del profesor no es otro estudiante, sino un dispositivo electrónico. Redes sociales como TikTok, Instagram y hasta la inteligencia artificial ofrecen a los jóvenes respuestas instantáneas, entretenimiento sin pausa y un mundo que parece más interesante que cualquier clase tradicional.

El desafío aquí no es solo mantener la atención, sino también demostrar la relevancia del aprendizaje estructurado en un contexto donde todo parece estar al alcance de un clic. Los profesores necesitan reinventarse constantemente, aprendiendo a integrar tecnología sin perder de vista los objetivos pedagógicos. Pero, ¿cuántos tienen el tiempo, los recursos o el apoyo para hacerlo?

La otra gran realidad es que los estudiantes de hoy enfrentan niveles de estrés y ansiedad sin precedentes. La presión por destacar, los problemas familiares, el bullying (ahora también virtual) y un mundo en constante crisis afectan su capacidad de concentrarse y aprender. Los profesores, que muchas veces actúan también como consejeros, se encuentran lidiando con problemas para los que no siempre están preparados.

Cargar con las expectativas académicas de los alumnos y, a la vez, con sus necesidades emocionales es una tarea titánica. Más aún cuando los propios docentes también lidian con el agotamiento, la incertidumbre laboral y, en muchos casos, salarios insuficientes.

En una encuesta reciente (y cualquier profesor podría confirmarlo sin necesidad de estudios), los docentes expresaron que su principal frustración es la falta de respaldo por parte de las instituciones. Aulas saturadas y la constante exigencia de cumplir con indicadores que poco tienen que ver con el aprendizaje real son solo algunas de las barreras que enfrentan.

Mientras tanto, el discurso público parece atrapado entre alabar a los profesores como "héroes" y criticarlos como "incompetentes". Pero lo que rara vez se discute es que los profesores no pueden transformar la educación por sí solos. Se necesita una reforma integral, y eso no ocurre con discursos motivacionales ni con soluciones a medias.

Es momento de dejar de romantizar la docencia como un "acto de amor" que justifica cualquier tipo de sacrificio. Sí, ser maestro es una vocación, pero también es una profesión que requiere respeto, apoyo y valoración real.

Tal vez sea tiempo de escuchar más a los propios profesores y menos a los consultores educativos que no han pisado un aula en años. Quizá sea hora de priorizar la salud mental, tanto de los alumnos como de los docentes, y de integrar la tecnología como una herramienta, no como un sustituto.

Al final, educar no es solo impartir conocimientos, sino también formar personas. Pero para lograrlo, necesitamos un sistema que deje de exprimir a los maestros y comience a apoyarlos como los verdaderos pilares del futuro que son.