Miércoles 5 de Febrero de 2025 | Aguascalientes.

La mediocridad institucionalizada: El mal silencioso de México

Gwendolyne Negrete Sánchez | 30/12/2024 | 16:59

En un país donde el “ahí se va” y el “más o menos” se han convertido en sellos distintivos de nuestra cotidianidad, la obra del filósofo Alain Deneault, “Mediocracia, cuando los mediocres llegan al poder”, resuena con una perturbadora familiaridad en el contexto mexicano.
 
El académico de la Universidad de Québec probablemente no pensaba en México cuando escribió sobre cómo la medianía se ha convertido en un estándar impuesto, pero bien podría haberlo hecho. Desde nuestras instituciones educativas hasta los pasillos del poder, la mediocridad no solo se tolera: se ha institucionalizado como una forma de vida.
 
Basta con observar nuestro sistema educativo, donde la “panzada” se celebra como estrategia de estudio y el promedio de 6 se ha normalizado como suficiente. O nuestro aparato burocrático, donde la frase “no se puede” se ha convertido en el escudo predilecto de funcionarios que han hecho de la medianía su zona de confort.
 
La “mediocracia” mexicana tiene sus propias particularidades. Se manifiesta en la cultura del “copiar y pegar” en las universidades, en la proliferación de “escuelas patito”, en los funcionarios que llegan a puestos clave no por mérito sino por compadrazgos, en empresas que premian la antigüedad sobre la innovación, y en una sociedad que ha aprendido a conformarse con “lo que hay”.
 
Este fenómeno es especialmente preocupante en un país que alberga tanto talento. México, cuna de premios Nobel, de científicos brillantes, de artistas reconocidos mundialmente, parece haber construido un sistema que, paradójicamente, desalienta la excelencia. Como señala Deneault, la media ha dejado de ser una herramienta estadística para convertirse en una camisa de fuerza que limita nuestras aspiraciones.
 
¿Cómo explicar que en un país que produce investigadores de primer nivel, nuestro presupuesto para ciencia y tecnología sea tan raquítico? ¿Cómo entender que en la tierra de Octavio Paz y Carlos Fuentes, la mitad de la población no lea ni un libro al año? La respuesta puede estar en lo que Deneault llama “la tiranía de lo mediocre”.
 
La mediocracia mexicana tiene consecuencias tangibles: fuga de cerebros, proyectos innovadores que mueren en el escritorio de algún burócrata, emprendedores brillantes que sucumben ante la burocracia, y una generación de jóvenes que aprende que “no hacer olas” es el camino más seguro al éxito.
 
Pero quizás lo más alarmante no sea la mediocridad en sí, sino nuestra creciente tolerancia hacia ella. Hemos normalizado la incompetencia, burocratizado la creatividad y premiado la docilidad sobre la excelencia. El “así siempre se ha hecho” se ha convertido en el mantra que justifica la perpetuación de un sistema que premia la medianía.
 
La llegada de este libro a México no podría ser más oportuna. En un momento en que nuestro país enfrenta retos sin precedentes, necesitamos cuestionar esta cultura de la mediocridad que nos mantiene anclados en el conformismo. La pregunta no es si podemos cambiar este sistema, sino si estamos dispuestos a abandonar la comodidad de lo mediocre por la incertidumbre de la excelencia ahora que inicia un nuevo año.