Miércoles 5 de Febrero de 2025 | Aguascalientes.

Cerrando ciclos para reiniciar con propósito

Ricardo Heredia Duarte | 27/12/2024 | 18:43

Hace algunos años, durante una visita a la sede de la ONU en Nueva York, tuve la oportunidad de entrar, acompañado por mi hijo, a la “sala de meditación” o “sala de la tranquilidad”. Este espacio, donado por Suecia y la Fundación Marshall Field en 1952, alberga un altar de piedra de mineral de hierro de seis toneladas, símbolo de permanencia en un mundo de cambios constantes.
 
En la ceremonia de inauguración, Dag Hammarskjöld, el Secretario General más joven en la historia de la ONU y diseñador principal de este lugar, expresó: "Tenemos en nuestro interior un centro de descanso rodeado de silencio. Esta casa, dedicada al trabajo y al debate al servicio de la paz, debería tener una sala dedicada al silencio en el sentido exterior y a la tranquilidad en el sentido interior. Personas de muchos credos se reunirán aquí y, por esa razón, no se podría utilizar ninguno de los símbolos a los que estamos acostumbrados en nuestra meditación".
 
Aquella experiencia, marcada por la serenidad de un espacio que invita a la reflexión, cobra hoy especial relevancia mientras nos acercamos al cierre de este 2024, un año que, para muchos, ha estado cargado de incertidumbre, tensión y desasosiego colectivo.
 
En un contexto como el actual, donde nuestra existencia parece definida por la liquidez de los vínculos humanos, como lo señalaba Bauman, nos enfrentamos a un desafío colectivo: detenernos, reflexionar y reencontrar nuestro punto de equilibrio. Nuestra sociedad neoliberal, individualista y privatizada nos ha condicionado a que todo, incluso nuestras emociones y relaciones, dure apenas lo que dicten los instantes de un “trending topic”.
 
Es urgente tomar una pausa, aunque sea por unos días, para replantearnos nuestro lugar en el mundo. Vivimos en tiempos donde el cortoplacismo de quienes anteponen las ganancias al bienestar colectivo ha erosionado los cimientos del estado de bienestar que generaciones pasadas, como los “baby boomers”, ayudaron a construir. A los de mi generación, los “X”, nos corresponde enfrentar un doble desafío: ser el puente que reconcilie esas bases con las nuevas generaciones, muchas veces atrapadas en ideologías que, entre la exaltación de minorías ruidosas y la búsqueda de una identidad líquida, parecen alejarlas del amor, la fraternidad y el respeto por nuestras raíces.
 
Si bien el pensamiento relativista ha ampliado nuestra tolerancia hacia las diferencias, también nos está llevando, según diversos estudios, a una creciente soledad y fragmentación social. En nuestra búsqueda por ser “diferentes” o “líquidos”, hemos descuidado los principios fundamentales que sostuvieron durante siglos a nuestra sociedad.De hecho, en México, el 33% de las personas se siente frecuentemente sola, de acuerdo con una encuesta, realizada por el INEGI. Este sentimiento de desconexión refleja el debilitamiento de los lazos comunitarios y familiares, esenciales para la cohesión social.
 
Occidente, con todos sus defectos, logró construir un pacto social basado en el respeto y el reconocimiento mutuo, pero hoy parece temeroso de defender esos valores frente a las presiones de un mundo cada vez más fragmentado. Nos hemos vuelto rehenes de influencers y voces que promueven la banalidad, distrayéndonos de lo esencial y fomentando una estulticia que atenta contra el sentido común y la cohesión social.
 
Es momento de regresar a nuestra base social y moral, de cerrar filas como sociedad por el bien común. Que este final de año no sea solo una oportunidad de reflexión, sino también de acción. Trabajemos juntos para restaurar el equilibrio entre nuestras aspiraciones individuales y nuestro compromiso como ciudadanos.
 
Rechacemos el miedo que muchos promueven como herramienta de control, así como las narrativas de quienes ven en la naturaleza, la religión y la fraternidad humana enemigos de sus excesos y egoísmos. En su lugar, que la esperanza y la unidad sean nuestras guías.
 
Que el próximo año sea el mejor de nuestras vidas, no solo en lo personal, sino como sociedad. Que en el seno de nuestras familias, comunidades y trabajos encontremos la armonía necesaria para avanzar, unidos y fuertes. Solo así podremos transformar el desasosiego en esperanza, y la división en un puente hacia un futuro más justo y solidario.
 
Cerramos ciclos, no para olvidar, sino para renacer con claridad y propósito. Que el altar de hierro de nuestra conciencia sea el símbolo de nuestra permanencia en un mundo que cambia, pero que siempre ofrece la oportunidad de volver a empezar.
 
“La familia es un chaleco salvavidas en el mar tempestuoso de la vida”: J. K. Rowling