Hoy en día, cuando despiden a maestros de las universidades por actitudes misóginas, cuando basta una denuncia de acoso en contra de una mujer, para que el presunto acosador sea señalado y sometido a juicio, cuando hemos visto importantes avances -que no logros todavía- en materia de derechos de las mujeres, hay casos de madres que tienen meses sin ver a sus hijos, porque los hombres con los que los procrearon se los han quitado, casi siempre a la mala, o con engaños, mientras, quienes se encargan de impartir justicia, se escudan en procesos y tiempos legales.
Acabo de ver una declaración de Mariana Ávila presidenta del Observatorio de Violencia Social y de Género en la que indicó que persisten las deficiencias para atender los casos de violencia por parte de las instituciones, y que la violencia institucional sigue siendo un desafío por la falta de mecanismos efectivos y protocolos ineficaces. Yo agregaría que las deficiencias persisten por falta de voluntad y de sensibilidad de quienes tienen en sus manos la posibilidad de tomar una decisión.
Lo violencia institucional se suma a todas las demás violencias y no se vislumbra que la cosa vaya a cambiar pronto, y lo lamentable no solamente es la actitud pasiva de quienes están en las instituciones y tienen la oportunidad de cambiar las cosas, sino el cada vez mayor número de madres que se quedan sin ver a sus hijos por meses y años, y que esas pequeñas y pequeños crecen sin tener a su madre a su lado, y eso marca más que cualquier otra cosa en la vida.
Claro que nos falta mucho todavía, la lucha por el respeto de los derechos humanos de todas, todos y todes, está vigente, no podremos decir que somos una sociedad plena mientras no se garantice la equidad en la impartición de justicia, pero sobre todo, cuando las instituciones y quienes las integran entiendan su verdadera función que es ser facilitadoras de una convivencia social y familiar sana, y no obstaculizadoras.
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